Apalanca el trípode casi sobre mis pies y me coloca el objetivo de la cámara a poco más de un palmo de la cara. Sin excusarse, sin pedir permiso. Se ceba en mi rostro y en el mis camaradas con enorme desfachatez insana, casi sádica. Pretende buscar entre nuestras facciones la huella de la derrota y el desánimo y parece disfrutar de su búsqueda. En vano. Es posible que sí, que la moral esté quebrantada, pero no vamos a darles satisfacción a estos canallas. Mientras indaga con su objetivo en nuestras reacciones primarias de prisioneros republicanos recién capturados, todos, todos, oteamos un imaginado horizonte con estudiada indiferencia o fijamos en el operador nuestra mirada desafiante. Cualquiera que vea estas caras de hombres supuestamente vencidos vislumbrará nuestra determinación y sabrá captar la provocación que pulsa en nuestros ojos. Lanzamos así al fascista un reto visual, para amilanarlo y hacerlo retroceder. Pero el entusiasta propagandista a sueldo de los sublevados resiste pues se sabe protegido. Le rodean hombres armados, que nos apuntan con sus fusiles amartillados y sin seguro. A muchos no nos faltan ganas de partirle la jeta al gachó de la cámara de un buen viaje. Sin embargo, el maldito cabrón sigue mariposeando entre nosotros sin el menor reparo. Por prudencia callamos; sabemos que es un elemento fiel a los camisas azules y protegido por los militares franquistas que lo han traído aquí.
Finalmente la sesión de fotos concluye mientras los prisioneros guardamos la secreta esperanza de que en breve seamos nosotros quienes les tomemos a ellos las próximas fotos. La maldita guerra está acabando, pero si los jefes supieran estirarla un poco más, si los cobardes del gobierno abandonaran Valencia o Barcelona y volvieran a Madrid para dirigirla desde allí, si los catalanes y aragoneses le echaran redaños a la defensa y prepararan una nueva ofensiva hacia el sur, si nuestros Cuerpos de Ejército de Andalucía siguieramos empujando en Extremadura..., podríamos hacer que nuestra guerra no acabara antes de empezar la que se barrunta en Europa. Es un clamor que Hitler va hacer estallar el polvorín en Polonia o en Bélgica y los ingleses y franceses comprenderán de una vez por todas que la única alternativa que les resta para proteger su flanco sur y evitar la debacle de las democracias es abandonar su apestosa neutralidad y apoyar a la República Española en su sacrificada lucha contra nazis, fascistas y franquistas. Sólo necesitamos tiempo, un poco más de tiempo y veremos cómo la Justicia y la Igualdad del Pueblo vuelven a triunfar sobre la opresión y la sinrazón de la oligarquía, como antes lo hicieron en esas urnas cuyo veredicto el fascismo no quiso respetar y como ahora desde las trincheras nosotros les obligaremos a acatar.
Aún conservan gorras, uniformes e insignias del arma a la que
pertenecen. Son dignos soldados republicanos hoy anónimos, recién hechos prisioneros
en algún lugar indeterminado de los frentes en 1939. Se saben
secuestrados, pero su retadora mirada al indeseado camarógrafo aún transluce su voluntad de lucha. Quizás tú, navegante digital, imagines reconocer una cara o te sean familiares algunas facciones. Es posible que creas ver en el ceño, las arrugas y la dureza de las miradas lo mismo que debieras haber visto en el rostro de tu desaparecido abuelo o del bisabuelo del que nunca más supiste. Míralos bien. Sólo te piden que no olvides el porqué de su lucha. De su lucha por tí.
Los textos anteriores son todos de elaboración propia, inspirados en las aún combativas miradas de los militares republicanos prisioneros. Los fotogramas que he congelado proceden de "1939-1940 Vencedores y Vencidos.
Los años del NODO".
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