Simultáneamente y ante la actitud agresiva del nazismo alemán y la inmediata invasión de Polonia por Hitler --con el consiguiente estallido de la Segunda Guerra Mundial-- el gobierno francés forzó a los exiliados españoles encerrados en los campos de concentración galos en Europa a elegir entre alistarse en la Legión Extranjera, formar parte de alguna unidad regular del Ejército Francés o engrosar los destacamentos de las Compañías de Trabajadores Extranjeros. La mayor parte de los exiliados españoles establecidos en territorio francés continental eligieron entrar en esos batallones de trabajadores (más de 40.000) y colaborar en el reforzamiento de las defensas francesas, fundamentalmente en la línea Maginot. Similar elección llevaron a cabo los exiliados españoles en el África francesa ya que ante los malos tratos y la muy deficiente alimentación, muchos aceptaron apuntarse a la Legión Extranjera francesa, pero la gran mayoría fueron inducidos –y en algunos casos obligados— a optar por enrolarse en las Compañías de Trabajadores Extranjeros y a trabajar –en régimen de pseudoesclavitud– construyendo las líneas del Ferrocarril Transahariano.
Pero tras la invasión alemana y la fulgurante derrota francesa, los republicanos españoles (tanto los de campos de internamiento franceses, como los de la Legión Extranjera, los de los Batallones o los de las compañías de trabajadores) fueron detenidos y apresados por los nazis en campos de prisioneros («stalags») ubicados en Francia y de allí llevados a campos de exterminio en Austria, Alemania y Polonia y también en la misma Francia. Esta situación se vió agravada por la actitud del gobierno colaboracionista francés de Vichy, el cual no dudó en detener a muchos de los indeseables españoles que pudieran estar aún libres e incluso facilitó información a los alemanes para clasificarlos, identificarlos y eliminarlos.
Y todo ello en sintonía con la genocida política del general Franco, quien había hecho llegar a Hitler por medio de su cuñado y ministro de Asuntos Exteriores Ramón Serrano Suñer, el explicito mensaje de que esos españoles huidos y residentes en Francia debían ser perseguidos y eliminados por el nazismo alemán, ya que el sanguinario dictador Franco no los reconocía como Españoles. Los exiliados republicanos y antifranquistas se convirtieron así en «apátridas indeseables», paradigmáticas víctimas de la excelentemente planificada "Solución Final" hitleriana. Un símbolo (el triángulo azul) le sirvió a los nazis para distinguir a los españoles como lo peor de sus campos, haciéndolos así tan "infrahumanos" como los judíos, los gitanos o los rusos. Hasta junio de 1941, unos 15.000 prisioneros españoles fueron enviados a los campos de exterminio nazis. Desde esta fecha y hasta 1944 continuaron llegando otros 10.000 hombres y mujeres, que habían sido detenidos por haber participado en las actividades de la Resistencia francesa antinazi, liderada en muchas de sus agrupaciones por veteranos soldados españoles curtidos en la Guerra Civil.
Para los nazis, los campos de concentración y de exterminio tenían como objetivo utilizar mano de obra esclava, eliminar a los enemigos y exterminar a las «razas inferiores» (los ya mencionados judíos, gitanos, rusos y rojos españoles) , todo ello con la colaboración íntegra de todas las estructuras y recursos del Estado (funcionarios, científicos, militares, empresarios) y con el apoyo y el silencio de las autoridades y de parte de los habitantes de los países ocupados. A modo de gigantescas y horribles ciudades con perpetuas chimeneas de horrendo humo y ceniza humana, los campos de exterminio estaban completamente aislados por muros, alambradas y torres de vigilancia y tenían barracones donde los presos se concentraban hasta su eliminación (y posterior cremación) por el inhumano trabajo o por el asesinato en pelotones de fusilamiento y cámaras de gas (ver http://es.wikipedia.org/wiki/Campo_de_concentración_de_Mauthausen-Gusen y http://www.exiliados.org/paginas/memoria_4.htm).
Los españoles fueron encerrados en decenas de terribles lugares, que tenían nombres tan estremecedores como Gurs, Auschwitz, Buchenwald, Dachau, Oranienburg-Sachsenhausen, Neuengamme, Flossenburg... La mayor parte de las mujeres españolas fueron encerradas en Ravensbrück. Muchas de las 92000 mujeres allí asesinadas por los nazis fueron españolas. La mayoría de los hombres españoles fueron concentrados en Mauthausen y en sus campos auxiliares (Gusen y otros). Fueron los españoles los que construyeron sus oficinas, barracones, instalaciones y hornos crematorios y también fueron los primeros en ser allí asesinados. De hecho, el 85% (8.500) de los republicanos españoles que pasaron por Mauthausen fueron asesinados y vinieron a sumarse a los 120.000 seres humanos allí exterminados por las bestias nazis. Pero el sacrificio español no fue en vano. Una organización clandestina de resistentes españoles en el interior del campo consiguió, con el protagonismo decidido del valeroso fotógrafo Francisco Boix, hacerse con miles de negativos de imágenes de las atrocidades nazis en el interior de Mauthausen. Estas fotografías y el testimonio del propio Boix, sirvieron decisivamente para incriminar a los jerarcas nazis en el juicio de Nüremberg (recomiendo encarecidamente leer y ver con emoción y detenimiento el trabajo http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/bameric/01482529989032708550035/011826.pdf)
Cuando Hitler y los nazis fueron derrotados por los aliados en 1945, los campos de exterminio fueron liberados. Sin embargo, y dada su supuesta condición de apatridas y filocomunistas, la mayoría de los españoles supervivientes de los campos de exterminio, veteranos combatientes de la Resistencia francesa o soldados del ejército de la Francia Libre fueron nuevamente encerrados en campos de internamiento (Gurs sirvió otra vez para ello) hasta el año 1947.








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Un último apunte a modo de postdata: El buque carbonero "S.S. Stanbrook" fue hundido por el traidor torpedo de un submarino alemán en noviembre de 1939, perdiendo la vida su capitán y sus veinte tripulantes. La heroica figura de su capitan Archibald Dickson sigue sin recibir su justo y merecido homenaje por parte de los demócratas españoles, herederos (según se nos dice) de aquellos que fueron protegidos y conducidos sanos y salvos a riesgo de su propia vida por el capitán Dickson. España aún tiene contraida una deuda de honor y gratitud con él. Mi homenaje desde "Todos los Rostros".