Saturrarán, 6000....
Ventas, 14000....
Segovia, 1000....
Alcalá de Henares, 5000....
Sevilla, 3000....
Málaga, 4000....
Amorebieta, 1500....
Valencia, 5000....
Palma de Mallorca, 2000....
Melilla, 2000....
Amorebieta, 2000....
etc., etc., etc., ...........
¿Cuántas mujeres republicanas o familiares de republicanos fueron presas de los franquistas desde 1936 hasta bien entrados los años 70? ¿60.000? ¿70.000? ¿Cuántas fueron torturadas, violadas, maltratadas, asesinadas...? ¿A cuántas les fueron arrebatados para siempre sus hijos?
A pesar de los excelentes trabajos de Tomasa Cuevas, Juana Doña, Ricard Vinyes, Fernando Hernández Holgado, Xavier Basterretxea Burgaña, Arantza Ugarte Lopetegi y de las investigaciones de algunos historiadores o de un@s poc@s voluntaristas más, el mundo penitenciario femenino en la dictadura franquista sigue siendo un área de conocimiento en gran parte ignorado por los memorialistas y olvidado por la sociedad y por sus próceres.
Y es difícil creer que este desconocimiento sea posible tras leer testimonios como el de Mercedes Nuñez en el libro "Carcel de Ventas": "sentadas en los petates o en el santo suelo hay muchas mujeres jóvenes, y con ellas un enjambre de niños. Son pálidos, delgaditos, muchos de ellos están llenos de pupas. Estos niños, menores de cinco años, viven día y noche encerrados, hambrientos, temblando ante las funcionarias, presenciando "sacas", oyendo los fusilamientos al amanecer y todo esto se refleja en su mirada. Tienen una expresión en los ojos que hace daño".
Mikel Arizaleta nos recuerda en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=68807 que "la alimentación era mala y escasa: un bollo de pan para todo el día, una pastilla de chocolate para el desayuno, caldo con alguna patata para la comida y lentejas para la cena. Los víveres que traían las presas quedaban confiscados y se trasladaban en grades canastas a la cocina de las monjas, que traficaban con el dinero y la comida de las reclusas y de sus hijos. Asunción Rodríguez Pulgar sostiene en una entrevista que "las monjas especulaban con la comida. Vendían en estraperlo la comida de las presas. Arroz, sacos de azucar... los sacaban por el monte de noche hacia Galdona". Carmina Merodio recuerda: "No querían que comiéramos para mantener a los cerdos, que luego los vendían.... Cogían hasta la comida de los niños, la leche condensada, y todo lo vendían fuera¡" Las malditas monjas de las cárceles de la dictadura española, que tanto daño hicieron a presas y a niños!".
En el mismo artículo, Arizaleta hace un breve resumen del martirio padecido por las mujeres presas de los franquistas: "... las represaliadas por el franquismo sufrieron por rojas y por mujeres. Muchas mujeres recibieron por aquel entonces y años posteriores un castigo ejemplar e inaudito: muchas fueron hacinadas en cárceles inmundas, tratadas como alimañas, se les rapó la cabeza, se les obligó a beber aceite de ricino, fueron paseadas por calles, caminos y plazas para sentir el escarnio de los vecinos mientras se iban cagando por las patas. La menstruación se convirtió en un problema, "obtener agua caliente para limpiar un paño higiénico en pleno invierno no era gratuito sino moneda de cambio, humillación y chantaje... La menopausia precoz fue ridiculizada por monjas y funcionarias, presentada y atribuida a un castigo -probablemente divino- merecido por su condición política".
"... las represaliadas por el franquismo sufrieron por rojas y por mujeres....".







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