En la primavera y el verano de 1939, soplaban vientos de guerra en Europa y el régimen franquista, que se sentía fuerte en el interior, demostraba sus vínculos ideológicos y éticos con el nazismo aleman y el fascismo italiano a la vez que pretendía iniciar un acercamiento diplomático hacia Francia e Gran Bretaña. En esa línea política, el régimen fascista de Franco recibió con los brazos abiertos el nombramiento del mariscal Petain como embajador de Francia en nuestro país. El 20 de marzo de 1939, Petain presentó en Burgos sus credenciales ante Franco e inició una nueva etapa de colaboración con el régimen político de los victoriosos traidores. Así, Francia y Petain autorizaron con entusiasmo --para vergüenza del exilio español-- el regreso a España de las cuantiosas reservas de oro del Banco de España que se custodiaban en el país vecino y supervisaron y ejecutaron la devolución a Franco del notabilísmo patrimonio artístico del Museo del Prado que la República Española había trasferido a Francia para su protección durante la guerra civil.
Esta política de estrecho hermanamiento con Francia se prolongó tras la invasión hitleriana en mayo de 1940 y la constitución del colaboracionista régimen de Vichy. Sólo desde esa óptica de vergonzoso amancebamiento puede entenderse que en 1941 ambos régímenes autoritarios y militaristas intercambiaran pinturas y piezas arqueológicas, entre ellas la Dama de Elche, o que el gobierno de Lavall y Petain legislaran contra judios y masones y persiguieran y detuvieran --con la participación de la Gestapo alemana-- a los exiliados españoles para entregarlos en las fronteras a los militares, policia y guardia civil franquista.

