140.000 republicanos españoles fueron asesinados de forma sumaria por los militares en el momento de su captura o por los grupos falangistas o carlistas durante el terror posterior en sacas de cárceles y campos de concentración. Otros 90.000 fueron juzgados, encontrados culpables y sentenciados a la última pena. Las condenas a muerte se dictaban en serie, por decenas o cientos de miles, durante parodias de juicios escenificados por militares sublevados que impostaban los falsarios papeles de jueces, fiscales, secretarios y abogados defensores. Todos los franquistas involucrados teatralizaban aquella truculenta ceremonia de muerte siguiendo al pie de la letra la liturgia marcada por la autoridad del asesino Ejército de Ocupación. Hasta los abogados defensores (alféreces o tenientes con grado inferior al alto mando que presidía el tribunal) se abstenían de cruzar palabra alguna con sus defendidos, de los que nada sabían, cuyo expediente ignoraban y con los que nunca hablarían, plegándose así al deseo expreso de los otros oficiales que participaban en la pantomima. La Injusticia se hacía así dueña y señora y dictaba las precisas sentencias a la pena capital. Hasta marzo de 1937 bastaba con una rúbrica y el "enterado" del gobernador militar de la provincia ocupada para proceder a la ejecución del reo, pero desde esa fecha fue el mismo general Franco el responsable de ese acto. No ordenaba las sentencias ni las ejecuciones, pues para eso sus sicarios uniformados habían ya actuado según sus indicaciones previas, pero en todos los expedientes que derivaban en pena de muerte Franco estampaba su particular "enterado", funesto acto que en ocasiones era macábramente celebrado por el tirano haciendo alarde de pobre y patético ingenio al escribir "enterrado", según contaba en confidencia el capellán del general (ver "Franco y la represión. La venganza del Justiciero". Paul Prestón).
Vergonzoso recorte de prensa publicado en la revista "SEMANA" en marzo o
abril de 1940. En el puede verse una instantánea del desarrollo de un
consejo de guerra contra presos republicanos. Ha sido enviada por la
nieta de Arturo Lodeiro, Julia Mota, a la página http://www.memoriaylibertad.org/. En este sitio web
podemos leer los siguiente con respecto a este jucio falsario: "Consejo
de Guerra 5 Sumario 48.310 que aparece en la foto. Me atrevo a asegurar
que están sentados en el orden de la lista tomada de las dos primeras
hojas de la sentencia. En la Plaza de Madrid a 8 de Abridle
1940.-Reunido el Consejo de Guerra Permanente numero 5, para ver y
fallar la causa seguida con el numero 48.310,por el procedimiento
sumarísimo de urgencia contra los siguientes procesados: Leopoldo
Carrillo Gómez; Virgilio Escamez Mancebo; Fernando García Peña; Manuel
Ramos Martínez; José Delgado Prieto; Nicolás Hernández Macias; Agustín
Aliaga de Miguel; Enrique Peinador Porrua; Arturo Lodeiro Sánchez; Benigno
Mancebo Martín; José Maria Ovejero de Gande; Argimiro Basillo Barrero;
Félix del Castillo Rienda; Eloy de la Figuera González; Argimiro
Jiménez Hernández; Angel Evia Menéndez; Ángel del Río Herrera; Felix Hueto
Labermero; Santiago Juan Rodríguez; Federico Pérez Díaz; Mariano Cabo Pérez;
Alberto Uriarte Presilla; Guillermo Fillola González; Luís Vázquez Téllez;
Antonio Ariño Ramis; José Jurado Plaza; Mariano Albert Brigada; Mateo
Castañar Canales; Salvador Aguado Cordón; José Sánchez Macias; José Maria
del Toro Herrero; Damián Sánchez Salguero; Luís García Llopis;
Eleuterio Muñoz Alonso; Cristóbal Pérez Cáceres; Juan Vera Vega; Juan
Bernardo Martín; Daniel Cuesta Cadalso; Fernando de Castro Martín;
Florentino Gadastegui Gandarias; Pablo Gadastegui Gandarias; Pablo Andujar
García; Francisco García Lara; Carlos Fernández Chapi; Jesús Yuste
Alcobendas; Francisco Mateo Carmona; Justa Molero Fernández; José
Rivera Castillo; Roman Arizpe Alzpitartze; Juan Fidel Losa Petite;
Anastasio Hernández Moreno; Manuel Corchado Duran; Avelino Cabrejas
Platero; Adolfo Zamarriego Clemente; Juan de los Ríos Rosas; Gonzalo
Suárez Molino; Eustaquio Garrote Zapatero; Joaquín Valentín Pastrana; Juan
de Dios García Paulino y Julio Diamante Menéndez".
Pero antes, antes de la oportunidad de disfrutar de esa criminal humorada, el General se sentaba cada mañana ante la desordenada mesa de su despacho, ya casi entrado el mediodía, y allí "resolvía un montón de expedientes que le presentaban a diario mientras comía chocolate con picatostes: si los ponía en la silla de la derecha, significaba que se debía cumplir la pena de muerte; los que iban a la silla de la izquierda era para estudiarlos más adelante" (palabras de Pedro Sáinz Rodriguez, ministro de Educación en su primer gobierno de 1938, recogidas en "El verano que trajo un largo invierno", de Alicia Domínguez Pérez). Franco hojeaba con detenimiento los expedientes e insistía, sobre todo, en ver personalmente el de todos los condenados a muerte. Y resolvía. Dependiendo del partido político en el que militara el condenado, el General se decantaba, firmaba su enterado y en esos casos concretos, especificaba: "garrote" o "pelotón".
Consejo de Guerra contra Joan Comorera, fundador y dirigente hisfórico
del PSUC. Fue detenido en 1954, y llevado a juicio militar en agosto de
1957. Se le condenó a 30 años de prisión. Trasladado a la cárcel de
Burgos para su cumplimiento, murió el 7 de mayo de 1958. Fuente: lamanchaobrera.es
Era tal la fría indiferencia con la que procedía el dictador, que hasta llegó a escandalizar la "sensibilidad" de un alto oficial nazi. Durante el invierno de 1936-37 y en el curso de un almuerzo en el cuartel general franquista, surgió en la conversación el tema de cuatro milicianas que habían sido hechas prisioneras. "No hay nada más que hacer. Fusílenlas", dijo el general en un tono monocorde, distante y desapegado, lo que hizo sobrecogerse al alemán Johannes Bernhardt.
El sanguinario general Franco en su despachop de salamanca, junto a su hermano Nicolás, por algún tiempo secretario suyo. Fuente: labarranca.org
Cenas, comidas, cafés, picatotes, chocolate... Cuanto más sustento para su vida miserable ingería el genocida Franco, cuanto más se refocilaba en los pequeños placeres terrenales, con más saña trataba a quienes no pensaban como él y más vidas de hombres libres y justos exterminaba. Franco, el bárbaro que asesinaba mientras comía picatostes.
1 comentario:
Esta "anécdota" de mientras merendaba o tomaba café también la cuenta el a la sazón embajador británico. Ponía sus "conformes" a un lado a medida que los firmaba. El embajador le pregunta que qué hace. "Nada. Son los fusilamientos para mañana".
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