“Y así empezó nuestro calvario. Forzosos madrugones diarios a toque de corneta, un cazo de achicoria levemente azucarada y después el lento pasar de los días en el gran patio, con tamaño de campo de fútbol, soportando lluvia, frío, nieve, mientras el hambre pura y dura nos corroía el corazón. Los húmedos pies embutidos en almadreñas y sentados en los cajoncitos comprados al llegar, donde guardábamos plato, cuchara y poco más, veíamos pasar largas horas a la intemperie, contándonos nuestras historias de guerra y de tribunales y expresando esperanzas de que la contienda mundial terminara con la victoria de los aliados y la defenestración del odiado dictador.....La vida en la cárcel era tremendamente dura. De comer nos ponían un caldo infame, manchado, con una sola alubia que, además, siempre tenía un gorgojo en su interior. También nos daban, y ésa era toda la comida, una sardinita de lata y un minúsculo trozo de chocolate. Eso era todo. Recuerdo, como todos, el hambre que pasamos, hasta el punto de que mis mejores sueños estaban protagonizados por algo tan simple como una barra de pan. Soñaba con pan. ¿Cuánta hambre puede tener una persona para que sus mejores sueños sean un simple trozo de pan?.... En una ocasión, recuerdo a un compañero que, durante el reparto del mal llamado ‘rancho’, reclamaba la ración para su compañero, que en ese momento, según él, estaba dormido. En realidad, su compañero estaba sentado junto a él, pero había muerto hacía horas, posiblemente de hambre. Sin saberlo, ya fallecido, quizá estaba salvando la vida del compañero.... Así, el cansancio y el hambre nos iban agotando, terminaban con nuestras fuerzas e, inevitablemente, caíamos enfermos. Le llamaban ‘colitis epidémica’. Evidentemente, no había una epidemia de colitis, no nos transmitíamos una enfermedad de unos a otros. El único culpable de esa ‘epidemia’ era el sistema, que nos condenaba a malvivir, a malcomer y a malmorir....".
"Memorias de Valdenoceda" de Ernesto Sempere Villarrubia (1920-2005), preso veterano desde 1939 a 1947 en el Campo de Concentración de La Granjuela (Córdoba), Prisión Provincial nº 2 de Ciudad Real, Prisión Central de Valdenoceda (Burgos), prisiones de Porlier y Yeserías (Madrid), Prisión de Cádiz, Prisión Provincial de Las Palmas de Gran Canaria y 94º Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores Penados (Algeciras).
Presos republicanos comen el rancho de pie en el campo de concentración de Miranda de Ebro, Burgos.
Presos republicanos esperan ansiosos el exiguo rancho en una prisión de Lérida. Algunos saludan cara al sol al fotógrafo, esperando quizás una ración un poco mayor. Esta imagen puede consultarse en el excelente trabajo
"Cautivos" de Javier Rodrigo, Editorial Crítica, Barcelona 2005, con el siguiente pie de foto: "prisioneros en Lleida".
Reparto del rancho en el campo de concentración de Santander.
Reparto de comida en la cárcel del Castillo, en León.
"La cola del rancho" en la Prisión Central de Valdenoceda, Burgos, según un dibujo realizado por Ernesto Sempere Villarrubia, preso veterano de ésta y otras prisiones franquistas.
Arriba y abajo, fotogramas que he congelado y extraído de un reportaje en youtube, en los que se aprecia la cola para el rancho en una prisión franquista. Obsérvese cómo los presos --a la derecha del encargado de echar la pitanza en el plato-- han de saludar brazo en alto y cara al sol al soldado golpista que en el extremo derecho observa vigilante la maniobra.
Reparto del rancho en un campo de concentración del norte. Esta fotografía parece haber sido hecha en el mismo lugar que los fotógramas anteriores extraidos de youtube.
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