Una de las imágenes más emblemáticas de la Guerra Civil española fue la conocida como “Muerte de un miliciano”, obra del fotógrafo Rober Capa realizada el 6 de septiembre de 1936 en Cerro Muriano, Córdoba. La celebérrima fotografía, icono de una época y símbolo de movimientos pacifistas y de izquierda, formaba parte de una serie de instantáneas poco conocidas por el gran público y realizadas por el fotógrafo húngaro, para las que contó con la colaboración voluntaria y desinteresada de un grupo de animosos milicianos republicanos. Los milicianos posaban sonrientes alzando las armas, corrían ladera abajo, se dejaban retratar saltando sobre una trinchera, remedaban el disparo a modo de un despreocupado e inocente juego y participan en suma en un reportaje pactado con un fotógrafo extranjero. Sin embargo, uno de ellos encontró la muerte en el preciso instante en que Capa apretaba el disparador de su cámara.
Sin embargo, la imagen nunca estuvo exenta de polémica. Durante 60 años, expertos fotógrafos, reputados antropólogos, cualificados médicos forenses y hasta fisioterapeutas duchos en motricidad analizaron y desmenuzaron la fotografía, polemizando sobre su veracidad en función al ángulo de la caída, las sombras dimanadas desde el cuerpo, el origen de la luz solar, la laxitud de los miembros, el rostro exangüe y la parábola trazada por el arma, sin olvidar las posibles caídas accidentales, los resbalones involuntarios o incluso simulaciones de muerte pactadas entre el retratado y el retratador en un posado ficticio.
Pero años después, el misterio fue desvelado y las dudas disipadas como consecuencia de la publicación del libro --ya clásico en el estudio del conflicto-- “La Guerra Civil en Córdoba”. El autor, Francisco Moreno Gómez, historiador y principal especialista de la guerra civil en Córdoba, recibió tras la distribución de la obra en las librerías una carta desde Alcoy (Alicante) firmada por Mario Brotons, un hombre que había luchado como miliciano franquista en Cerro Muriano en aquel septiembre de 1936, con apenas 14 años. Mario le hablaba de los jóvenes que habían viajado desde Levante hasta Córdoba para combatir a los nacionales y de su propia experiencia, pues había sido miliciano con apenas 14 años. Entre los numerosos nombres que mencionaba estaba el “Taino”, un miliciano que tenía 25 años en 1936 y que había sido obrero textil en la localidad de Alcoy hasta su alistamiento en las milicias republicanas. A sugerencia de un profesor de instituto de Alcoy y con la ayuda de Brotons y la colaboración de Jan Arnold, director de cine alemán que trabajaba en el rodaje de un documental sobre la fotografía titulado “No olvidar”, Moreno Gómez pudo identificar al fallecido como Federico Borrell García, el ya mencionado “Taino”, identificación que pudo ser confirmada por Evaristo, un hermano aún vivo de Federico Borrel.
Parece ser, según relataron Capa y años más tarde Brotons, que la muerte ocurrió en una loma de los alrededores de Cerro Muriano, en un punto que a día de hoy pertenece al Ejército, en las primeras estribaciones de Sierra Morena (su ubicación exacta ya ha sido descubierta por el propio director del documental, Jan Arnold). Cuenta Moreno Gómez que por ese lugar fue por donde avanzó una de las tres columnas de los sublevados (formada en buena parte por soldados de origen norteafricano) en su intento de tomar Cerro Muriano a inicios de septiembre, operación que estuvo dirigida por el general Varela tras el fracaso del republicano Miaja al intentar retomar Córdoba el 20 de agosto.
Según los investigadores, Taino había llegado a Cerro Muriano o bien el mismo 5 de septiembre o bien la jornada anterior, al igual que otro medio centenar de milicianos de Alcoy que viajaron a la zona para reforzar las tropas republicanas (días antes habían llegado alrededor de mil efectivos --entre soldados y milicianos-- también procedentes de esta localidad valenciana). La batalla de Cerro Muriano se produjo la madrugada del 6 de septiembre, pero ya el día anterior se registraron ataques de artillería y aéreos y también las primeras escaramuzas en los alrededores. Fue en una de ellas cuando murió Borrell. Sobre el hecho, se conservan los recuerdos del propio Robert Capa, que entonces trabajaba para la revista francesa “Vu”. Capa, que había llegado pocas fechas antes a Cerro Muriano con otros fotógrafos, relató que tanto él como los soldados estaban bajando entre bromas por la ladera cuando se produjo el disparo, procedente a buen seguro de alguno de los soldados de la columna de regulares del coronel Sáenz de Buruaga. El disparó, que no fue escuchado por Capa, coincidió casualmente con el impacto de la bala en el cuerpo de Federico Borrell, con su muerte y con la realización no premeditada y casi involuntaria de la fotografía de guerra más conocida de la historia. Capa afirmó años más tarde que sentía remordimientos por la muerte de Taino.
Capa partió el mismo día 5 de septiembre hacia Madrid, aunque esa jornada, según explica Moreno Gómez, es probable que durmiese en Pozoblanco, al igual que otros periodistas desplazados a la zona. El fotógrafo, que había nacido en Hungría con el nombre de André Friedmann, tenía entonces 32 años y ya era uno de los fotógrafos de guerra más reconocidos de Europa. Falleció por culpa de una mina-antipersona en 1984 en Indochina (actual Vietnam).
Para la realización de esta entrada me he servido de parte del texto publicado en una excelente información de “El Día de Córdoba” el 6 de septiembre de 2003, firmada por Félix R. Cardador.
http://www.photographers.it/articoli/foto1/capa/documentario/documental.PDF
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