Lugar de la memoria visual de los prisioneros y presos republicanos y antifranquistas, construido como homenaje a todos los represaliados por el fascismo y el franquismo en la España de la guerra civil y postguerra.
Extraños son los caminos por los que transitan los recuerdos en nuestra memoria. Rostros, nombres, sucesos, palabras, fechas e historias que forman parte de nuestras vidas vagan indefectiblemente por nuestro cerebro, pero sólo unos pocos se fijan en algunas de sus circunvoluciones, anclándose entre sus pliegues y enquistándose entre sus surcos y fisuras. Y allí --agazapados-- permanecen, para que en ellos podamos solazarnos o a ellos queramos acudir cuando de no olvidar injustos e inexplicables agravios viejos se trate. Porque, ¿qué otro sentimiento, sino el de agravio, puede embargar el espíritu de un pequeño de casi seis años cuando se sabe distinto a los demás chicos de la escuela y de la calle, por ser el hijo de un rojo preso en la cárcel? El niño apenas sabe de su padre, pues de él sólo conoce las borrosas facciones que pueden malentreverse en una antigua fotografía de cuando fue llamado a filas para servir en el ejército, antes de la guerra. Pero entiende --porque así se lo ha mentado su madre a media voz-- que es un hombre a carta cabal, intachable, serio y honrado. Y que pronto, según ella le insiste, volverá a casa, si quiere Dios y consienten sus crueles captores. Pero mientras, madre e hijo esperan, unas veces resignados, y desesperan, otras con amargura, porque la injusticia llegue a término. Mas esta semana parece diferente. Desde el domingo, la madre lleva horas atareada empaquetando con guita de cáñamo una vieja maleta de cartón con el asa rota, llena ya con varias mudas de ropa interior, un viejo sueter de grueso cuello alto preciso --y precioso-- para el duro invierno que ha de avecinarse, varios saquitos de harina de almorta y de garbanzos y dos o tres piezas pequeñas de chacina curada del pueblo. Además, la madre ha ensogado una fuerte cuerda en torno al voluminoso rollo de un petate limpio de parasitos, que substituirá a la provisoria cama de urgencia sobre la que mal duerme el marido, poco más que un fino cobertor de tres o cuatro centímetros de espesor plagado de liendres y piojos. A todas luces, un humilde y exiguo fardo que a tenor de los meses de privaciones que su dificultoso atesoramiento paulatino ha representado a la pequeña familia, a buen seguro debiera suponer algún alivio al sufrido preso. En días previos y atendiendo a las indicaciones de su madre, del almanaque que está colgado sobre la alacena que se encuentra junto a la cocina de hierro el chico fue arrancando hojas hasta situarse en el jueves 24 de septiembre. Supo así el niño que hoy es el día de la Virgen de la Merced, patrona de los presos, y que bajo su advocación los guardianes toleran que en esta fecha los prisioneros, tras la misa y los saludos de rigor a Franco y al Glorioso Movimiento Nacional, puedan convivir con sus esposas e hijos durante un par de horas. Y son esas horas, 70 años después, las que el niño guarda celosamente entre sus recuerdos como algo nítido, indeleble y grabado a fuego en su inocente memoria. El chico de entonces, llamado Eugeni de Domingo, rememora hoy vívidamente cómo a sus casi seis años le impresionaron pavorosamente las tétricas galerías de piedra, frías y obscuras, del Fuerte de San Cristóbal, en el monte de Ezkaba aledaño a la fría ciudad de Pamplona. Allí vio cómo sobre sus gélidos suelos los presos tendían unas finas mantas que hacían las veces de patético jergón. Y poco más allá, pudo observar cómo multitud de presos descompuestos se aliviaban con premura en el interior de una pequeña nave infecta, sin puertas y sin intimidad que hacía las veces de infrahumana letrina carente de alcantarillado, evacuando descontroladamente el resultado de la desacostumbrada ingesta de un rancho ligera y muy excepcionalmente enriquecido, quizás con un pequeño trozo de magro y un achicoriado cafe endulzado con una pizca de azucar. Niños impresionados por estas tristes imágenes y presos apesadumbrados por el insuperable miedo posaron para esta fotografía, copias de la cual también habrían de servir como prueba de vida para aquellas familias de prisioneros que por su lejanía y carencia de medios no pudieron destacarse hasta Pamplona en aquella jornada de septiembre de 1942.
Hoy es 20 de diciembre del año 2010, 70 años después de aquella espantosa tragedia provocada por unos funcionarios armados y unos burgueses inmisericordes, traidores a su Constitución y a su Gobierno. Con esta fotografía --que reproduce en blanco y negro las vívidas imágenes que el 24 de septiembre de 1942 impregnaron los recuerdos de un niño-- Eugeni de Domingo desea dignificar la memoria de su padre, Gregorio de Domingo Juarros, un hombre honesto que a pesar de carecer de filiación y simpatías políticas fue detenido la misma jornada del golpe de Estado, mediada la tarde del 18 de julio de 1936, a los 24 años de edad. Junto con su cuñado Gabino Cristóbal, ambos fueron hechos presos aquel día en la ciudad de Valladolid, enjuiciados por una jurisdicción ilegal, condenados por delitos inexistentes y trasladados más tarde a la prisión de San Cristóbal. A los pocas semanas de haber sido tomada la instantánea, Gregorio de Domingo y Gabino Cristóbal fueron nuevamente trasladados, en este caso a la prisión de Ponferrada, localidad capitalina de la comarca del Bierzo, en León. Meses después y ya en 1943, fueron liberados condicionalmente y con destierro, tras siete años de secuestro, retención, torturas, malos tratos y privación de libertad ilegal e injustificada. Gregorio de Domingo murió el 27 de diciembre de 1968, a los 56 años. Hasta el último de sus días rememoró estremecido los padecimientos sufridos en las prisiones franquistas.
Hoy, Eugeni, una persona honesta, hijo de un hombre a carta cabal, nos cuenta: "Yo soy de los que están sentados sobre los hombros de su padre, el segundo niño por la izquierda. Los otros niños de la fotografía han de ser algunos como yo, muy mayores; ojalá haya alguno que hubiera abrazado a su padre a su salida en 1943 y que la vida les haya ido bien. Espero que les pueda servir para algo. Quizás la divulgación de la imagen les permitan reconocerse".
Me llamo Francisco Díaz Garrido. Soy Socialista, Presidente de la Casa del Pueblo de Hornachos (Badajoz) y del Comité Revolucionario. Defendí mi pueblo cuando fue asaltado por los fascistas. Cuando el pueblo fue tomado, me trasladé a la zona republicana con mi familia volviendo a mi pueblo al acabar la contienda. Fui detenido por las tropas fascistas y trasladado a las cárceles de Villafranca de los Barros y Almendralejo. Ordenaron juicio sumarísimo contra mí por los motivos expuestos y me condenaron a muerte. Me fusilaron el 14 de septiembre de 1940 a las seis de la tarde en el cementerio de Badajoz y me enterraron en una fosa.
Después de 70 años, yo y mi familia seguimos pidiendo justicia ¿Hasta cuándo?
Tal día como hoy, al amanecer del día 17 de julio de hace 70 años, fue asesinado Ernesto Sempere Beneyto. El crimen fue ejecutado mediante fusilamiento, ordenado por un ilegal tribunal formado por militares golpistas tras una farsa de consejo de guerra a modo de juicio y una parodia de sentencia. Su asesinato, como los otros 197.000 de fieles a la República, pretendía acallar el espíritu y liquidar la conciencia y la vida de una persona comprometida con la Democracia y con la socialización y redistribución de la riqueza.
Ingeniero Industrial, funcionario técnico de la Diputación Provincial de Ciudad Real, Presidente provincial del Instituto de Reforma Agraria, Jefe de la Junta de Incautación de grandes fincas no cultivadas en aplicación de la Reforma Agraria, Presidente provincial del Partido Radical Socialista, más tarde Presidente provincial del partido Unión Republicana y representante por este partido a la candidatura del Frente Popular en las elecciones legislativas de febrero de 1936, gobernador civil en funciones, fundador, reclutador y Mayor del 36º Batallón de Obras y Fortificación del Ejército Popular de la República y Jefe del Estado Mayor de Ingenieros de la Agrupación de Divisiones Toral, al terminar la guerra y comenzar la represión, Ernesto Sempere Beneyto fue detenido y asesinado por su fidelidad al Estado republicano, por su militancia política y por su activa presencia en la sociedad civil y militar de Ciudad Real. Hoy, 70 años después de aquel réprobo asesinato, Ernesto Sempere Beneyto sigue esperando justicia y su familia sigue exigiendo la anulación del juicio y la condena de sus verdugos.
Por ello, en nombre del asesinado Ernesto Sempere Beneyto, de su hijo el encarcelado Ernesto Sempere Villarrubia y de todos los millones de represaliados por el franquismo, YO ACUSO:
Presos republicanos, forzados a formar con sus cuerpos el nombre de Franco, en la cárcel de Jaen. 1953.
Yo acuso a la casa real Borbón de España y a la Grandeza y Aristocracia española, de participar activa e interesadamente entre 1936 y 1939 en la insurrección que puso fin al legal Estado Republicano y que liquidó la Constitución, las leyes y las instituciones que democráticamente y de forma pacífica se habían dado a sí mismos los ciudadanos.
Yo acuso a la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana española, de organizar e impulsar entre 1936 y 1939 una red clerical de apoyo ético, moral y logístico a los criminales sublevados que con sus armas pusieron fin violentamente al Estado Republicano.
Yo acuso a las grandes fortunas españolas --burgueses, empresarios, banqueros y nobles rentistas--, de cometer entre 1936 y 1939 crímenes contra el Estado republicano y contra sus ciudadanos, financiando, pertrechando, municionando y dando cobertura logística a los sublevados.
Yo acuso a las cúpulas y militantes de la CEDA, de los partidos monárquicos, de las organizaciones tradicionalistas, de las JONS y de la Falange Española, de perpetrar entre 1936 y 1939 el asesinato de decenas de miles de defensores fieles a la II República española.
Soldado franquista posa sonriente junto a una pira en combustión de libros escolares, prohibidos por el ejército de ocupación fascista.
Y yo acuso al Ejército español, de cometer entre 1936 y 1939 el más brutal acto de represión contra ciudadanos libres e inocentes, causando premeditadamente la muerte de 197.000 personas, practicando el secuestro y la tortura contra otras 500.000 y oprimiendo las vidas y los derechos civiles y políticos de otros muchos millones más.
En resumen, ...
Yo acuso a los Borbones, a los nobles y aristócratas españoles, a la Iglesia Católica, a los burgueses, empresarios, banqueros y nobles rentistas, a los partidos monárquicos y tradicionalistas, a Falange y al Ejército español de ser culpables, por acción u omisión, de execrables crímenes de lesa Humanidad y de causar el cruento baño de sangre que la rebelión armada provocó entre 1936 y 1939 en la inerme ciudadanía fiel al Estado Republicano.
Yo acuso a los Borbones, a los nobles y aristócratas españoles, a la Iglesia Católica, a los burgueses, empresarios, banqueros y nobles rentistas, a los partidos monárquicos y tradicionalistas, a Falange y al Ejército español de amparar, sustentar y perpetuar durante los 40 años comprendidos entre 1936 y 1975, una terrible dictadura que acabó con las vidas, la libertad y la hacienda de sus opositores y de todos aquellos a los que consideró tibios o desafectos con el nuevo orden.
Las Trece Rosas, fusiladas meses más tarde, y algunas compañeras más.
Y aún más,...
Yo acuso a los ciudadanos Juan Carlos Borbón Borbón y Sofía Grecia Dinamarca, de seguir siendo --HOY, en julio del año 2010-- herederos por designación directa del dictador y, por ende, cómplices naturales de los criminales privilegios y prebendas que como jefe de Estado usurpó el traidor funcionario Francisco Franco, jefe de los triunfantes ejércitos sublevados.
Yo acuso al ciudadano Juan Carlos Borbón Borbón,. supuesto “Rey” del ilegal régimen monárquico español, de ser --HOY, en julio del año 2010-- beneficiario natural del asesino dictador Francisco Franco, de conferirse ilegítimamente la máxima autoridad civil y militar del Estado español, de no estar legitimado para el ejercicio de dichos cargos por la soberanía popular expresada mediante el sufragio universal, de no someterse al veredicto de las urnas y de incrementar irregularmente su fortuna, merced a opacas asignaciones presupuestarias estatales y a especulativos y exitosos movimientos financieros y bursátiles de dudosa explicación.
Yo acuso a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana española de seguir obteniendo --HOY, en julio del año 2010-- réditos financieros y patrimoniales gracias al prestigio e influencia adquiridos merced a la colaboración prestada por la Curia al franquismo, a costa de la vida y los bienes de decenas de miles de represaliados por el fascismo y el franquismo.
Yo acuso a muchos de los más altos burgueses, grandes empresarios, banqueros y nobles rentistas de la España de HOY --julio del año 2010-- de continuar fundamentando el origen remoto de sus fortunas o el desarrollo más cercano de sus riquezas en los beneficios conseguidos por apoyar financieramente a los rebeldes, expoliar bienes muebles e inmuebles propiedad de las personas e instituciones fieles a la II República, explotar como mano de obra esclava y forzada a decenas de miles de prisioneros republicanos y oprimir a los trabajadores ilegalizando sus sindicatos y su derecho a la huelga y a la negociación colectiva.
Mujeres republicanas represaliadas en Montilla, Córdoba.
Yo acuso a buena parte del Ejército español, de no revisar su pasado y de no condenar las acciones criminales de los militares que traicionaron al Estado legal republicano y que cometieron entre 1936 y 1975 decenas de miles de crímenes contra la Humanidad y que oprimieron la vida y los derechos civiles y políticos de los españoles. Igualmente, yo acuso al Ejército español de seguir rindiendo --HOY, julio del año 2010-- homenaje a estos militares criminales, conservando sus estatuas, bustos, banderas, mosaicos y advocaciones en el interior de sus cuarteles.
Yo acuso al Tribunal Supremo de impedir premeditadamente --HOY, año 2010-- con sus sentencias la revisión de las condenas y la anulación de los actos administrativos y jurídicos de los falsarios tribunales y consejos de guerra franquistas.
Yo acuso a la Audiencia Nacional de prevaricar --HOY, año 2010-- al acusar precisamente de prevaricador al juez Baltasar Garzón por declararse competente en la causa por la investigación de los crímenes franquistas.
Yo acuso a la inmensa mayoría de los congresistas, senadores, diputados autonómicos y provinciales y concejales del Partido Popular de culpabilidad dolosa y de complicidad indirecta con los criminales franquistas por obstaculizar deliberadamente el acceso franco e inmediato a archivos y registros locales y provinciales, por impedir la investigación de los crímenes de lesa Humanidad franquistas y la persecución de sus autores y por hacer revisionismo histórico, elaborando un argumentario teórico que viene a justificar la sublevación y sus criminales consecuencias.
En esta portada de "la Voz" de Córdoba puede verse cómo el ejército de ocupación franquista cumplimenta con pulcritud el protocolo del procedimiento de detención y agrupamiento de posibles desafectos republicanos. El citado protocolo finalizaba casi invariablemente con el fusilamiento de los detenidos en la cuneta de la carretera. Para ello, se les disponía en fila mirando de frente a los tiradores antes de ser aasesinados, momento escalofriante que parece recoger la imagen de época, tomada el 21 de agosto de 1936.
Y por último, yo acuso a la inmensa mayoría de los congresistas, senadores, diputados autonómicos y provinciales y concejales del Partido Socialista Obrero Español de culpabilidad dolosa y de complicidad indirecta con los criminales franquistas por aprobar en el Parlamento una Ley sobre recuperación de la memoria histórica que no reconoce la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa Humanidad; una Ley que obliga a las familias a realizar ellas mismas las gestiones que debieran llevar a cabo de oficio las autoridades públicas para investigar, localizar y exhumar las fosas; una Ley que perpetúa los perversos efectos de la oprobiosa Ley de punto final o de Amnistía de 1977; una Ley injusta e inmoral.
Por ello, en nombre del asesinado Ernesto Sempere Beneyto, de su hijo el encarcelado Ernesto Sempere Villarrubia y de todos los millones de represaliados por el franquismo, YO ACUSO.
Me llamo Alfonso de la Morena Prado. Soy concejal síndico en el ayuntamiento de Aldea del Rey, en Ciudad Real. Estoy afiliado a la Unión General de Trabajadores y soy secretario local de la casa del pueblo.
En octubre de 1939, el delegado de información e investigación de Falange Española Tradicionalista y de las JONS de mi mismo pueblo ordenó mi detención. Fui juzgado por un consejo de guerra permanente ilegítimo, por razones políticas e ideológicas, en virtud de sentencia sin las debidas garantías ni derecho a defensa.
En agosto de 1940 fallecí en la prisión de castigo de valdenoceda, cumpliendo 30 años de prisión mayor.
70 años después, mi familia y mi nieto Julián de la Morena López siguen pidiendo justicia. ¿Hasta cuándo?
Me llamo Ernesto Sempere Beneyto. Soy ingeniero. Presido el partido Unión Repúblicana en mi provincia, desde donde he dirigido el Instituto de Reforma Agraria y las Juntas de Incautación de grandes fincas manifiestamente mal cultivadas. Soy leal al Estado Republicano y a sus instituciones, por lo que condeno la sublevación militar y civil fascista. Me he opuesto a ella políticamente y estoy al mando de un Batallón del Ejército, que he creado para defender a la República en el frente de Extremadura. En otoño de 1939 me detienen. Un tribunal compuesto sólo por militares golpistas me juzga. Me asesinan con otros 20 compañeros el 17 de julio de 1940.
No pude escoger a mi abogado, no tuve un juicio justo y fui a parar a una fosa común.
70 años después, mi familia sigue pidiendo justicia. ¿Hasta cuándo?
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Me llamo Ernesto Sempere Villarrubia. Soy estudiante y responsable de Agitación y Propaganda en el Instituto de Enseñanzas Medias de la ciudad donde resido. En el verano de 1937 y con 16 años, me escapo de casa y me enrolo en una brigada anarquista para defender a la República en el frente de Extremadura. Después de recuperarme de graves heridas sufridas en combate, paso el resto de la guerra como sargento de enlaces en un Batallón del Ejército republicano fundado por mi padre. En otoño de 1939 me detienen. Un tribunal compuesto sólo por militares golpistas me juzga y me condena a 20 años de prisión por haber dibujado una caricatura del general golpista Queipo de Llano.
No pude escoger a mi abogado y no tuve un juicio justo.
Fusilaron a mi padre, condenaron a muerte a mi tío, detuvieron a mi hermano menor.
Tras 10 años de penar por doce cárceles distintas, salí en libertad condicional desterrado para siempre de mi ciudad. Fallecí en el año 2005, sin haber conseguido que mi juicio y mi sentencia fueran anulados.
70 años después de mi detención, mi familia sigue pidiendo justicia. ¿Hasta cuándo?
15 relatos separados en el vídeo por el estruendo de la descarga de un pelotón de fusilamiento
Pedro Almodóvar interpreta a Virgilio Leret Ruiz, aviador, Jefe de las Fuerzas Aéreas de la Zona Oriental de Marruecos. Fue el primer militar asesinado por sus compañeros sublevados al amanecer del 18 de julio de 1936 en la Base Aérea Militar de Melilla. No tuvo ni abogado, ni juicio, ni sentencia. Sus hijas todavía lo están buscando. El cineasta no ha podido asistir a la presentación del vídeo porque estaba haciendo localizaciones para su próxima película, pero envió una nota en la que se leía: "No es una cuestión política, sino humana. España no debe olvidar la deuda que tiene con estas miles de familias".
Maribel Verdú pone voz a Primitiva Rodríguez, enlace de la guerrilla antifranquista, detenida el 6 de septiembre de 1947. Su sobrino iba con ella y vio cómo dos hombres la violaban detrás de unos arbustos mientras a él lo alejaban del lugar en una camioneta.
Javier Bardem es Francisco Escribano, un cabrero de 18 años al que fusilaron el 1 de julio de 1941 por haber robado "para los del monte" dos sacos de garbanzos, una manta, unas tijeras, seis calcetines, seis pañuelos y diez pesetas. En la misma tapia, y por el mismo delito, murieron su padre, dos de sus tíos y uno de sus primos.
Almudena Grandes se mete en la piel de Granada Garzón de la Hera. El cura de su pueblo la denunció por no estar casada por la Iglesia. Primero la excomulgaron, después, la raptaron y le raparon la cabeza. Fue fusilada con otras 16 mujeres. Después de enterrar sus cuerpos en un lugar desconocido, denunciaron a su marido. También fue asesinado, como el mayor de sus siete hijos. "Lo que han visto", ha dicho la escritora tras la presentación del vídeo, "no tiene que ver con el pasado de este país, sino con el presente, y sobre todo con su futuro. La democracia no puede seguir ignorando esta tragedia y caminando sobre el vacío. Esto no es un ejercicio nostálgico, sino una llamada a la reflexión sobre el tipo de país que queremos ser", ha añadido.
María Galiana, que antes de ser actriz fue maestra, recuerda la historia de Balbina Gayo Gutiérrez, maestra republicana, detenida el 9 de septiembre de 1936 y asesinada al día siguiente. A su marido, Ceferino Farfante Rodríguez, también maestro, lo mataron un día después, cuando fue a preguntar por ella. Dejaron tres hijas muy pequeñas que todavía los están buscando. Entre ellas, Hilda Farfante, que ha asistido, muy emocionada, a la presentación del vídeo. "Me ha parecido un grito contra tan largo y vergonzoso silencio. Nadie había hecho nada semejante por nuestros muertos. Gracias en nombre de 113.000 familias", ha dicho.
Juan Diego Botto es Santos Valentín Francisco Díaz, herrador, tesorero del Círculo Obrero. Fue detenido en agosto de 1936 y encerrado en un campo de concentración. En octubre de ese mismo año le fusilaron junto a otras seis personas en Villadangos del Páramo (León). Dejó siete hijos, el mayor de 17 años, el menor de 11 meses. Su cuerpo no ha sido recuperado. Botto ha agradecido esta mañana "el coraje, la generosidad y la inmensa paciencia que los familiares de las víctimas han demostrado todos estos años, desde la Transición", y ha deseado que el país "se ponga a su altura".
Carmen Machi pone voz a Isabel Picorel. El 26 de agosto de 1936 escapó de su casa junto a sus tres hijos, después de que la avisaran de que los falangistas iban a detenerla por sus simpatías republicanas y como castigo a su marido, quien, tras el golpe de Estado del 18 de julio, se había unido a las fuerzas democráticas republicanas de Asturias. Al volver a su casa para recoger algunas pertenencias fue detenida. La asesinaron junto a otros tres hombres en una cuneta en el municipio de Fresnedo.
Juan José Millás es Antonio Parra Ortega, un jornalero de 34 años, asesinado el 4 de septiembre de 1936. Tenía dos hijos y dos meses después de que lo asesinaran nació su hija Antonia que ha viajado desde Marchena a Madrid para ver el vídeo. "Me ha emocionado mucho conocerla", ha dicho Millás, al que le había impresionado mucho sobre todo, una imagen de la historia de Antonio Parra. "Su mujer enterró los libros que había en casa en el patio porque ella sabía que lo habían matado por leer".
Aitana Sánchez-Gijón recuerda a Julia Conesa, una de las 13 rosas. En mayo de 1939 un conocido de su novio la denunció a la policía. La fusilaron el 5 de agosto. Tenía 19 años. La actriz, muy emocionada, ha reconocido, tras ver el vídeo, que le estaba costando "mantener la compostura". "La democracia no es completa si no hay reparación. Ya basta", ha dicho.
Paco León se pone en la piel de su bisabuelo, Joaquín León Trejo, maestro de escuela en un pueblo de Sevilla. Un alumno le denunció por republicano. Le fusilaron a él y a sus dos hermanos.
Pilar Bardem habla en nombre de María Álvarez, que durante años ayudó a los guerrilleros antifranquistas. Fue asesinada con su hermano Marcelino en julio de 1951.
José Manuel Seda recuerda a Gerardo González Iglesias, jornalero, militante de UGT y padre de cuatro hijos. Al comienzo de la guerra se alistó como miliciano. Fue fusilado el 5 de marzo de 1938. Fue a parar a una fosa común. Sus hermanos Ángel, de 32 años y Ramón, de 26, también fueron asesinados. En la presentación del vídeo ha destacado la valentía de los que, como Gerardo González, habían dado su vida por defender sus convicciones. "Me pregunto si yo sería capaz de tirarme al monte para defender lo que creo".
Hugo Silva es José Villalibre Toral, albañil y labrador. El 22 de agosto de 1936 fueron a buscarlo un grupo de falangistas, que lo asesinaron horas después. Tampoco tuvo ni abogado, ni juicio, ni sentencia.
Miguel Ríos recuerda a Severiano Rivas, alcalde republicano. Fue detenido en 1936 mientras estaba tomando un café. A los dos meses, le pegaron un tiro y abandonaron su cuerpo en los alrededores del cementerio.
Juan Diego es Feliciano Marcos Brasa, de Destriana (León), miembro de las Juventudes Socialistas de su localidad natal e hijo de Higinio Marcos Pérez, presidente de la Sociedad de Trabajadores de la Tierra. A finales de julio de 1936, Feliciano fue secuestrado en su pueblo y torturado, asesinado y enterrado en un paraje alejado varios kilómetros. En octubre de ese mismo año su padre fue también asesinado junto a dos vecinos.
Más detalles en http://www.contralaimpunidad.com/detalle.php?id=680
Traigo hoy aquí una historia ya contada por otros con mejor pluma, en foros más afamados que éste.
La tragedia que en ella se narra podría pertenecer al ámbito estrictamente privado de una familia obrera de la España de principios del pasado siglo XX, si no fuera porque sus involuntarios protagonistas se convirtieron en víctimas indeseadas de la barbarie y de la intransigencia del fascismo y sus rostros, sus laceradas imágenes, acabaron representando paradigmáticamente el íntimo dolor de la más humillante pérdida y el resultado de la irracional visceralidad de los que --arropados por rancias ideas de prevalencia de los poderosos frente a los débiles-- quisieron acallar por las armas a aquellos que aspiraban a dejar de ser, por una vez, los eternos oprimidos de la Historia.
Hablo, hablamos, de Mariano Gracia, de su compañera y esposa Pilar Bamala y de sus hijos Antonio, Alicia y Amadeo Gracia Bamala.
Todos ellos, merced a su aparición --y a su ausencia, en el caso de Pilar-- en la fotografía más emblemática del exilio republicano español de guerra y postguerra, vienen personificando con su imagen la quintaesencia de la derrota, el abatimiento y la más profunda depresión en los análisis de la Guerra Civil realizados en los últimos años por la historiografía clásica, por los medios de comunicación y también por aquellos que desde una cómplice equidistancia escriben sobre Mariano y su familia haciéndolos pasar por inocentes víctimas de una guerra “fraticida” y de luchas políticas y partidistas.
Pero lejos de estar conforme con esta visión lastimosa y apolítica de los Gracia Bamala, con el presente texto pretendo, quizás imprudentemente, desvelar la valerosa e irredenta faceta --oculta hasta ahora— de aquellos que como Mariano Gracia, lejos de sentirse vencidos y someterse sumisamente cual cordero pascual al estilete del matarife castrense, hicieron de tripas corazón y afrontaron enormes dificultades para salvar a los suyos y poner a buen recaudo su honra, su honor, sus ideas y en último término su vida. Porque sostengo que la misma instantánea de los Gracia Bamala que ayudó a fijar imperecederamente en la memoria de la retina pública el estereotipado retrato de la más penosa Rendición republicana, encierra en sí un mensaje oculto hasta ahora, que desmiente esta atopicada interpretación y permite sustentar una visión reivindicativa de Mariano y, en última instancia, de toda su familia, poniendo de relieve lo que creo que fue su lucha infatigable y su coherencia ideológica y moral. Pero antes de revelar el pequeño secreto que la fotografía encierra, hablemos nuevamente de la familia Gracia.
En la imagen, Mariano Gracia y Pilar Bamala fotografiados el día de su boda.
Mariano y Pilar comenzaron a compartir sus destinos a mediados de los años 20. Formaban una familia joven, de izquierdas y progresista que vivía en Monzón, pequeña pero populosa ciudad de obreros, peones y braceros de la provincia de Huesca enclavada en el valle del río Cinca. Él trabajaba en la fábrica de la “Azucarera Española” y ella era costurera. En Monzón tuvieron al primero de sus hijos, Antonio, que nacería en 1926, y a la segunda, Alicia, que vino al mundo en 1931. También allí nació Amadeo, el más pequeño de los tres hermanos, el 29 de diciembre de 1934.
Como millones de otras familias españolas, los Gracia Bamala se sumergieron en los turbulentos años 30, asistieron a la proclamación de la República y a la huida del Rey tras el triunfo de los antimonárquicos en las elecciones municipales de 1931 y vieron venir y marchar a los gobiernos progresistas, la nueva Constitución, la Reforma Agraria y la incautación de fincas, la laicización de la enseñanza, la “sanjurjada”, Casas Viejas, el voto femenino, el triunfo electoral de la derecha, la contrarreforma agraria, las huelgas revolucionarias, Asturias en aquel octubre, el estraperlo, la reacción cedista y por fin, la victoria del Frente Popular en febrero de 1936. Expectantes y esperanzados, pero también prevenidos, Mariano y Pilar participaron durante la primavera del 36 del optimismo general, hasta que éste les fuera quebrado abruptamente el día 17 de julio por la trágico irrupción de los funcionarios armados traidores al Gobierno y al Estado, los cuales impusieron, donde triunfaron, un régimen de terror y asesinato.
Sin embargo, en innumerables pueblos y ciudades los golpistas fracasaron al ser sofocada su asonada por izquierdistas y anarquistas agrupados en voluntariosas milicias desorganizadas, las cuales aprovecharon su victoria para asumir notables parcelas de poder ante el vacío provocado por autoridades ineficientes, dirigiendo desde entonces alcaldías y gobiernos civiles y asumiendo la gestión socializada de factorías y otros centros de producción. Así sucedió en la “Azucarera Española” de Monzón, en la que Mariano Gracia siguió trabajando con normalidad tras la incautación y colectivización de la fábrica por un comité anarcosindicalista, hecho que podría hacerme pensar que pudiera haber existido cierta afinidad ideológica entre Mariano y el nuevo colectivo administrador, del que probablemente pudiera haber formado parte.
Vista panorámica de Monzón (Huesca), con la chimenea de la Azucarera Española en primer término y su renombrado castillo templario detrás, en una imagen extraída de las páginas de un ejemplar del "ABC" de Sevilla del 22 de junio de 1935.
Pero el fracaso del putsch y la firmeza de los resistentes convirtieron a Monzón en objetivo de frecuentes bombardeos franquistas, por lo que los Gracia Bamala convinieron que, en caso de ser sorprendidos por la aviación enemiga mientras Mariano estuviera en la Azucarera, él --tras activar la sirena de bombardeo de la que era responsable-- se acogería al refugio de la factoría y la madre y los hijos huirían como otros cientos de vecinos a campo abierto, donde Pilar haría tiempo aplicada a la costura. Así ocurrió, una vez más, durante la mañana del 20 de noviembre de 1937, cuando los aviones franquistas picaron sobre los civiles, que destacaban visiblemente agrupados entre los barbechos de las afueras. Al sentir las bombas, Pilar cubrió con su cuerpo el de su hijo Amadeo y una vecina, el de Alicia. Las criminales explosiones acabaron con la vida de la solidaria amiga, malhirieron gravísimamente a la madre, arrancaron de forma traumática una pierna a Alicia, que contaba entonces con seis años, y amputaron de manera brutal un pie a Amadeo, que sólo tenía tres años.
La agonía de Pilar Bamala se prologó durante dos semanas entre terribles dolores y lamentos, suplicando constantemente por ver de nuevo a sus hijos, antes de morir en el hospital de Lérida en el que fue ingresada. Mariano Gracia, ahora viudo, quedó terriblemente desolado y con tres hijos, los dos más pequeños gravemente heridos que fueron curando lentamente de las tremendas heridas causadas por las mutilaciones. Mas permitidme que presuponga que el asesinato de su esposa y el atentado sufrido por sus hijos no mermaron la determinación de Mariano ni quebrantaron la firmeza de sus convicciones ideológicas.
Suelto publicado el miércoles 24 de noviembre de 1937 en "La Vanguardia" de Barcelona, sobre un duro bombardeo realizado por la aviación franquista en Monzón el día 23, tres jorndas después del ataque que segó la vida de Pilar Bamala.
Previendo que el avance de las tropas franquistas acabaría por romper el frente de Aragón y tomar Monzón en pocas semanas --como así ocurrió el 23 de marzo de 1938--, Mariano, roto por el dolor de la pérdida de Pilar y consciente de que la República estaba viviendo sus últimos días, llevó a sus hijos a Barcelona en cuanto éstos comenzaron a sanar de sus heridas. Se refugiaron en un centro de acogida en La Garriga y Mariano acabó por encontrar un trabajo temporal como jardinero en la Fundación Negrín. Pero la derrota republicana en la batalla del Ebro en noviembre de 1938 y la ruptura del frente catalán un mes después, volvieron a acuciar a Mariano en su ansia de poner a buen recaudo a sus pequeños. En algún momento de los últimos días de enero y primeros de febrero de 1939, Mariano y sus hijos --junto con otras más de 100.000 personas de todas las edades-- se dirigieron a pie hacia el valle catalán de Camprodón para alcanzar desde allí el paso fronterizo de Coll d’Ares y cruzarlo hacia Prats de Molló, en la comarca francesa del Vallespir.
Fue entonces cuando, a pocos metros de la raya, Mariano escuchó el rumor fundado de que al llegar a la frontera, los oficiales franceses separaban a los niños de los adultos, por lo que los Gracia Bamala frenaron abatidos su esforzado avance y en plena montaña, entre la nieve y el miedo, se escondieron en un gélido chozo de piedra, abandonados de todos, sin atreverse a culminar la terrible caminata que les venía trayendo desde Barcelona y desde Monzón.
Sin embargo, un vecino francés de Prats de Molló, Thomas Coll, también lisiado físicamente por la pérdida de parte de una pierna durante la I Guerra Mundial, se enteró por otros refugiados de la trágica circunstancia de la presencia de varios niños mutilados que se escondían entre las peñas y apiadado subió a rescatarlos, guiándolos hasta el paso fronterizo.
Fue en ese momento cuando el holandés Roger Violet, fotógrafo de la revista francesa “L’ilustration” que se encontraba cubriendo informativamente el masivo exilio, inmortalizó a los Gracia Bamala capturando la imagen del grupo en tan angustioso trance y legando a la posteridad el renombrado retrato de la triste Derrota republicana. La instantánea fue publicada en esa revista el día 19 de febrero bajo el título “El caminante lastimoso” y pronto fue reproducida en centenares de páginas de otros diarios europeos, convirtiéndose en el icono representativo de lo que luego se conoció como “La Retirada”. Periódicos y libros la recogieron y en muchos de ellos se llegó a escribir que la niña que se veía en primer término era conducida de la mano por su abuelo, cubierto de mantas.
Página de "L'Ilustration" que reproducía a página completa la fotografía de Roger Violet.
Evidentemente, la identificación de Mariano como el “abuelo”
de Alicia era errónea, como se ocupara años más tarde de desmentir Amadeo
Gracia Bamala, único superviviente de los exiliados fotografiados. Contaba
Amadeo que la confusión de los redactores de los pies de foto vendría
naturalmente inducida por los efectos del calvario sufrido por su progenitor,
que habría avejentado y afilado notablemente sus facciones.
Pero es precisamente a esta altura del relato donde me
propongo desvelar el que considero que puede ser un mensaje, un código, que
habría permanecido oculto durante 70 años en la fotografía de Roger Violet y
cuyo descubrimiento desbarataría el concepto de la familia Gracia Bamala como
de “claudicantes vencidos” y lo haría corresponder más justamente con el de
“republicanos resistentes refugiados”. Y ese código que cambiaría el enfoque
derrotista que los exégetas tienen de esta y de otras imágenes de la Retirada,
residiría en las mantas que supuestamente se verían en los hombros de Mariano.
En concreto, en la aparente pieza de tela de tonos claros que cubre su hombro
derecho.
La intuición obligaba a sospechar del caprichoso trazado de su diseño y a calificarlo como no casual, resultándome sus líneas vagamente familiares a pesar de estar distorsionadas por los pliegues de la tela. Para desentrañar el enigma, procedí a ampliar en sucesivos zooms la zona de la imagen que motivaba mi interés, centrándome exclusivamente en las sinuosas líneas negras dibujadas sobre el fondo blanco. Traigo aquí las fases del proceso y el resultado final:
Tras la ampliación de la imagen del hombro derecho de Mariano, la percepción de estar contemplando algo repetido y acostumbrado persistió, por lo que extendí las pesquisas a diversos símbolos e iconos republicanos frecuentes y propios de la época. Y por fin, tras varias pruebas e intentos, creí encontrar una posible semejanza entre la zona ampliada en la imagen de Mariano y un área muy definida de la bandera republicana. Más concretamente, un detalle de su escudo. Para realizar la equivalencia entre ambas imágenes, procedí a girar el escudo de la tricolor en un ángulo de rotación semejante al del dibujo delineado en la tela del hombro de Mariano, la trasformé a escala de grises e igualmente amplié la zona elegida, hasta hacerlas coincidir en tamaños. Y esto fue lo que pude encontrar:
Aunque existen leves diferencias, la similitud entre ambas imágenes es notoria. Lo que vemos ampliado en el hombro de Mariano Gracia no es otra cosa que el dibujo representativo del Reino de Granada, presente en el escudo republicano. Por ello, la certeza de que Mariano se arropaba con la bandera republicana es incuestionable (sería descabellado pensar que portara la rojigualda franquista, que también incluía en su escudo la granada). Tras una marcha de decenas y decenas de kilómetros en infernales condiciones, con dos hijos pequeños tullidos en brazos o de la mano, Mariano –cual orgulloso militar laureado con la máxima condecoración-- cubría su pecho con la enseña tricolor a modo de llamativo estandarte, a buen seguro con el propósito de declarar su condición de republicano y de antifranquista y con el ánimo de proclamar su disconformidad con los agresores y quizás su propósito de resistirles, aunque fuera pasivamente una vez hubiera puesto a salvo a sus hijos en suelo francés.
Así, Mariano Gracia, viudo de Pilar Bamala –asesinada por los franquistas— y padre de Antonio, Alicia y Amadeo –niños traumatizados, mutilados y heridos por la aviación fascista--, progresista y de izquierdas, llegó a Francia e ingresó en la Historia tremolando la bandera de la República Española con la misma actitud y el mismo orgullo herido con el que los oficiales y soldados del Ejército Popular Republicano entraban en el país vecino a bordo de sus blindados y carros de combate y portando en sus manos las pistolas, mosquetones y naranjeros que pensaban iban a poder utilizar desde territorio francés para iniciar la reconquista del terreno perdido.
En suma, con su gesto y con su bandera, oculta en algún lugar de la Memoria colectiva durante 70 años y por fin hoy vislumbrada, Mariano Gracia desmentía, desmiente, el sometimiento que otros quisieron adivinar en él y reivindica para sí mismo y para sus compañeros de exilio el espíritu de lucha, disensión y rebeldía que caracterizó el sentir y el actuar de toda una generación republicana, comprometida en la lucha por la igualdad.
Mas la vida siguió siendo ingrata para Mariano Gracia tras su heroico gesto. Efectivamente, fue separado de sus hijos --que fueron ingresados en algún centro cercano al castillo de Caussade, en la zona de Bergerac-- e ingresado en un campo de concentración francés. Allí, solo, enfermó y murió a finales del verano de 1940. Tras ser reclamados por sus abuelos, los huérfanos fueron repatriados a España, llegando por tren a Monzón en un fatigoso viaje en vagones de madera infestados de parásitos, que siempre recordarían como espantoso. Antonio, con casi 16 años, fue puesto a trabajar con sus abuelos. Y Alicia y Amadeo, internados en un hospicio del Auxilio Social en Huesca, de donde no salieron hasta trascurridos doce terribles, hambrientos, famélicos y miserables años, en el año 1952.
Los tres quedaron marcados de por vida por la inmensa tragedia que malvivieron. Antonio, tras la muerte del dictador Franco y el regreso de la Democracia, se convirtió en concejal del consistorio montisonense en los años 80. Hombre generoso y conciliador, falleció en 1994, sin haber podido paliar ni por un instante el traumático recuerdo del sufrimiento que padecieron sus padres, sus hermanos y él mismo. Alicia murió en 1998. Nunca pudo acostumbrarse a su pierna ortopédica. Amadeo, el último superviviente, encontró trabajo en la Azucarera de Monzón, entre los mismos muros y maquinaria por donde anduvo su padre cuando allí trabajaba y cuando se responsabilizaba de activar la sirena de bombardeo. Allí se jubiló como administrativo, mudándose tiempo después a la ciudad madrileña de Alcalá de Henares en compañía de su esposa, Mari Paz Gallego. Cuando, años después, la historia que encerraba la fotografía de la familia Gracia cobró especial relevancia en los medios de comunicación, Amadeo mandó una carta a la revista de “EL PAIS Semanal” que reflejaba la gran amargura y la hondísima tristeza que aún anida en su corazón. La carta, titulada “Perdonar y olvidar. ¿Por qué?” y publicada en el año 2003, decía así:
"He leído repetidas veces la carta publicada en el EPS el pasado domingo 13-10-2002 bajo el título Ni perdono ni olvido. Estoy plenamente de acuerdo con ella. Soy el niño que. apoyado en una muleta, aparece en el centro de la fotografía (bastante conocida, por cierto) que les adjunto. El único de todos los que en ella aparecen que queda con vida. Es mi familia. En primer término, mi padre, Mariano Gracia, visiblemente agotado y hundido, llevando de la mano a mi hermana Alicia con su muleta. Detrás, yo, el más pequeño, junto a mi hermano Antonio. único que resultó ileso del bombardeo efectuado por los fascistas sobre Monzón (Huesca) el 20-11-1937, a consecuencia del cual murió asimismo mi madre. Yo entonces no tenía todavía tres años (nací el 29-12-1934), y mi hermana. seis. En la fotografía aparecemos, dos años después del bombardeo, entrando en Francia tras atravesar, supongo que en 'carroza real', los Pirineos. Mi padre murió año y medio más tarde, dejándonos solos en Francia. La vuelta a España fue otra odisea. No. Yo no puedo, aunque quiera, perdonar, ni olvidar, ni... Perdonar, ¿por qué? ¿Acaso han pedido alguna vez perdón ellos? No odio, aunque sí odié; no quiero revanchas, aunque en otro tiempo las deseé. No lo deseo, pero cuando por desgracia a algún descendiente de aquellos franquistas le sucede algo irreparable, no siento el más mínimo sentimiento de pena por él; siento lo mismo que cuando pisoteo una hormiga, me quedo absolutamente indiferente. Sé que estas palabras parecerán a ciertas personas poco ejemplarizantes, llenas de rencor; pero no, no me importa lo que piensen, no siento rencor alguno, ni alegría, ni nada hacia ellos, simplemente un profundo y absoluto desprecio. Nunca fui hipócrita, ni pienso serlo; ellos, con sus hechos y comportamientos a lo largo de estos años, lo han merecido. Es mi opinión. No creo que nunca, a pesar de los esfuerzos realizados por tantas y tantas personas de bien, se llegue a hacer la más mínima justicia sobre tanto dolor, escarnio y humillación realizados sobre millones de españoles por los sinvergüenzas más grandes que este país ha tenido (sólo hay que ver los comportamientos y aptitudes cobardes y cómplices de este Gobierno del PP)... Atentamente".
La gesta de la familia Gracia Bamala fue inmortalizada en efigie por los memorialistas hace pocos años. Una estatua de piedra erigida junto a la localidad gerundense de La Vajol --obra de los escultores Lola Reyes y Joan García-- recrea para siempre el instante en el que Mariano y Alicia cruzaban la frontera ante la ávida mirada del objetivo del fotógrafo holandés. Fue levantada por suscripción popular a iniciativa de una asociación memorialista de antiguos combatientes y víctimas del franquismo.
70 años después de aquel instante aprehendido en un fotograma, Amadeo aún se pregunta por qué su padre, sin ser culpable de ningún crimen, decidió marcharse de España en aquel terrible invierno, abandonando lo poco que pudiera tener y en compañía de un mozalbete traumatizado y dos hijos pequeños y mutilados. Hoy, es posible que el pequeño y modesto hallazgo de la imagen de una bandera republicana en el hombro de su padre le ayude a comprenderlo.
Post scriptum 6 de octubre de 2009 07:36
Amigos: Tras localizarlo el pasado lunes de hace 8 días en su domicilio
de Alcalá de Henares y alertarlo de la existencia del blog y de la entrada a su
familia dedicada, antesdeayer sábado me llamó a casa el niño Amadeo Gracia --ya
jubilado y con 74 años-- y me hizo llegar la enorme emoción que había sentido
al leer el texto y ver las fotografías de lo que yo entendía y anticipaba que
podía ser un pequeño pero --para él-- importante hallazgo.
Me dijo que la
intriga que tenía desde que conoció la foto, acerca de lo que su padre llevaba
en el hombro, por fin había desaparecido y me trasladó su sentimiento de
orgullo y nuevo respeto hacia su padre, ya que el desconcierto en el que había
vivido toda la vida por los motivos ignorados de su precipitada huida a Francia
finalmente se había desvanecido, pues la que para él es a todas luces una
bandera republicana portada por su padre daba sentido a todas las preguntas que
desde entonces se había venido haciendo.
Así que creo que al final el viaje ha
merecido la pena, pues el niño Amadeo, el espíritu y la memoria de Mariano,
Alicia y Antonio Gracia, y yo mismo, todos, hemos llegado con bien al buen
puerto de la Memoria Rescatada.
Género: Documental en blanco y negro Año: 1963 Duración: 85 min. Dirección: Frédéric Rossif Narrador: John Gielgud País: Francia Idioma: Frances con Subtitulos en Castellano
Sinopsis: "La película, dentro del género documental, ofrece un amplio registro de la Guerra Civil Española desde sus antecedentes, con la instauración de la República en 1931, hasta su desenlace en 1939, con la derrota de la República y el triunfo de Franco. Su director se preocupa por comprender el proceso desde diferentes variables de análisis, donde lo económico, lo social, lo político y lo cultural se articulan en el desarrollo de los acontecimientos militares. Por otro lado, no sólo toma en cuenta el contexto nacional sino que enmarca el conflicto en la política internacional del período. La contundencia y el dramatismo de las imágenes, la expresividad de la música y el valor literario de los fragmentos seleccionados dan cuenta de la esmerada preocupación estética del documentalista, rasgo que enriquece la reflexión sobre los efectos de la guerra civil en la sociedad española". Reseña tomada de la página http://video.google.es/videoplay?docid=1759499741565514664
El blog "Cinemateca Nacional"http://cinematecanacional.wordpress.com/2008/01/15/morir-en-madrid-1962-bn-83/ nos ofrece la siguiente reseña: "Morir en Madrid, reune varios documentos sobre la Guerra Civil Española y los integra capturando diferentes puntos de vista, destinados a representar la continuidad del sufrimiento de los españoles durante el régimen de Franco. La muerte de Federico García Lorca, Guernica, la defensa de Madrid, las brigadas internacionales, son algunas de las referencias que componen este film magistral. “Entre 1936 y 1939 explotaron en España mil años de historia. Fue la última guerra de hombres, la primera totalitaria. En esos años un mundo murió y nació otro, el nuestro. Ese momento es nuestra película, la historia de un giro, de esa noche del universo marcado por el signo de Guernica y de la 5ª columna, por la muerte sistemática y el choque de ideologías” (Frédéric Rossif).Frédéric Rossif nació en Montenegro en 1922 y participó en la II Guerra Mundial combatiendo en la Legión Extranjera. Su trayectoria es una de las más prestigiosas en el campo del documental histórico gracias a películas como “Morir en Madrid”,”Un muro en Jerusalén”, “Revolución de Octubre” y “De Nuremberg a Nuremberg”. En 1989 recibió el premio 7 de Oro por el conjunto de su obra Poeta de la imagen, Frédéric Rossif fue uno de los pioneros de la televisión francesa. Desde “La vida de los animales” hasta “Morir en Madrid”, en todas sus películas supo amalgamar humanismo, cultura, civilización y memoria en un espíritu de libertad.". Pero las palabras más significativas, pues entroncan directamente con la apagada y no comprometida actualidad política y social española, proceden del bloguero "el marinero jovial" autor del muy interesante y siempre recomendable blog "39 escalones", que es de donde he tomado este enlace http://39escalones.wordpress.com/2009/08/31/cine-de-verano-morir-en-madrid-de-frederic-rosiff/ . "El marinero jovial" nos comenta: "este documental, nominado al Oscar al mejor documental en 1966 y ganador de un BAFTA en 1968, reúne algunos de los episodios más célebres de la Guerra Civil española y de la represión franquista, desde el asesinato de Federico García Lorca a la participación internacional o el bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor. Imprescindible su visionado por más que sea un tema recurrente del que no pocos espectadores españoles ya están más que cansados. Así nos va."
¿Y qué decir a éste comentario de "el marinero jovial"? Pues que efectivamente así nos va, cuando esta ciudadanía tan acomodaticia y cansina se harta con prontitud de estos y otros temas que precisan de su entrega, responsabilidad y compromiso; y así nos luce el pelo, todavía hoy, 70 años después del fin de la incivil guerra fomentada por los fascistas en España y de la invasión de Polonia por el fascismo/nazismo hitleriano, cuyo aniversario se cumple hoy. Parece que el signo de estos tiempos es la crianza en sociedad de camadas de productores tibios y desinformados y consumidores ansiosos que sirvan de carne de cañón para futuros dictaduras crueles y descarnadas, militares o económicas. ¡¡Aviaos estamos!!