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jueves, 12 de marzo de 2015

De traición en traición; el precio de la lealtad era la prisión o la muerte: La Memoria al servicio de la Justicia. Día 71

Han presenciado la huída pautada de sus dirigentes de Madrid a Valencia, de Valencia a Cataluña y de Cataluña a Francia; han visto como sus felones jefes casadistas, cenetistas y socialistas traicionaban a la República mientras pactaban con Franco y atacaban, desarmaban, encerraban y/o mataban a los últimos resistentes comunistas defensores de la legalidad; han asistido a la precipitada fuga de sus oficiales, mandos y unos pocos privilegiados y sus familias, bien por avión, o bien en barcos como el Stanbrook desde Alicante hacia Orán y al Marruecos francés. Se han sentido traicionados, abandonados, inermes... Han creído o han depositado sus esperanzas en las falsarias promesas de perdón del jefe de los golpistas. Y se han rendido, pues no les queda otra. Algunos parecen confortados por la aparente paz. Incluso la quizás probable hija de uno de ellos aparece sonriente. Piensan y creen que la larga pesadilla ha terminado. No saben que es ahora cuando empieza una interminable y obscura noche de 40 años, en la que no habrá ni indulgencia, ni compasión, ni generosidad. Muchos, muchísimos, acusados de crímenes imaginados, o de  ninguno, serán maltratados, torturados, sacados de las prisiones y asesinados. Otros, juzgados en parodias de masivos procesos y ejecutados por improvisados verdugos en sumisos pelotones que a fuerza de matar y matar sin parar reventarán de fatiga. Miles morirán por hambre, frío, avitaminosis, enfermedades ridículas de fácil cura, desamparados tras alambres de espino y muros custodiados por despiadados guardianes. Y muchos más sentirán su espíritu aniquilado tras 5, 10 ó 20 años de demoledora prisión o de trabajo en batallones disciplinarios de castigo para soldados republicanos.

Los presiento tensos pero aliviados, junto a Atocha, en Madrid, casi en el mismo punto espacial que reflejé en la entrada de este blog que dediqué a la llegada de presos a la avenida Ciudad de Barcelona, en su intersección con la estación de tren y el Paseo de Santa Isabel. He podido localizar con más o menos fortuna el lugar quizás exacto desde donde se tomó la instantánea y colocarlo de fondo bajo la vieja imagen. Quizás fuera, o no, Santos Yubero el fotógrafo que captó el momento. Estamos a finales de marzo de 1939. 76 años han transcurrido desde entonces, pero nada ha cambiado. Los derrotados de la fotografía han muerto todos, con casi total certeza. Pero los enemigos contra los que luchaban aún siguen ahí, en los mismo despachos, las mismas mansiones, los mismos consejos de administración, disfrutando y perpetuando las mismas injusticias. Nada cambia. Sólo los grises del triunfante fascismo del 39, que han sido transformados en amables coloreados por el atemperador y castrante siglo XXI. ¡Malditos sean!


 

Fuente de la imagen en color: Street View de Google. Fuente de la imagen en blanco y negro: urbanity.cc. Texto, como siempre, factura propia

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