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viernes, 6 de marzo de 2015

O eras un niño en los 40, o leíste el Paracuellos de Carlos Gimenez. O no sabes nada de nuestra postguerra: La Memoria al servicio de la Justicia. Día 65

¿Que decir de Carlos Giménez? Por mi edad provecta, fuí lector contemporáneo de "El Papus", "1984", "Totem" y "Comix Internacional". Allí me tropecé con él. Se me caen dos lagrimones cuando me recuerdo leyendo y releyendo mil veces su "Érase una vez el futuro", que versionaba libremente historias de Jack London y del estupefaciente Stanislaw Lem abriéndome visiones a otros mundos, apuntaladas por alucinógenas páginas del incomparable Alfonso Font o de la galáctica taberna de Josep María Bea. ¡Qué tiempos! Pero en mi consideración particular, Carlos Giménez alcanzó las mayores cumbres con sus inspiradas series políticas. Sus historietas sobre la guerra, la postguerra y el franquismo me impresionaban por su realismo y por la demoledora tristeza que me transmitían. "España, Una, Grande y Libre", "Barrio" o la más reciente "36-39. Malos tiempos" eran comics de línea clara y plana, pero de guión y dibujo desgarrador, comprometido y enormemente emotivo. Pero "Paracuellos" sigue siendo para mí la cúspide de la historieta política española, como Joe Sacco (autor de "Gorazde", "Palestina" o "Notas al pie de Gaza") lo es del internacional.

En breves capítulos, a veces inconexos, la mayor parte hilados en torno al nexo común de la niñez doblegada, "Paracuellos" narra la historia de los niños, muchos huérfanos republicanos, internados, frecuentemente secuestrados y encerrados contra su voluntad en uno de los muchos hogares del Auxilio Social franquista. Aunque aparentemente creado como institución humanitaria, en los años 40 era el Auxilio Social una herramienta política de doblegamiento, presión y propaganda contra los hijos y familias de fusilados, fusiladas, presos y presas antifranquistas. La Sección Femenina, la Delegación Nacional de Falange Española y la Iglesia Católica convirtieron los hogares del Auxilio Social en auténticos, terribles y amedrentantes mataderos de la inocencia, campos de concentración para niños asustados, hambrientos, maltratados y traumatizados. No debo extenderme más. Amig@ lector, sólo la detenida visión de "Paracuellos", localidad de triste recuerdo donde estaba radicado uno de estos lugares de prisión infantil, puede explicarte lo que no soy capaz de decir. Léelo despacio, mira los tremendos ojos de los niños con meticulosidad y cariño, déjate llevar y no te amilanes si te da la llantina. Te encogerán el corazón, te transportarán a la década de plomo del franquismo, cierto, pero no has de olvidar que no es ficción lo que lees: Carlos Giménez era uno de esos niños; sus recuerdos son vívidos y están plasmados en estas narraciones, por las que recibió censuras, ataques y varias amenazas de muerte a manos de la ultraderecha patria. Espero que Carlos no se ofenda si traigo aquí, aunque sea a baja resolución, una de las más conmovedoras de esas historias. ¡Gracias por no olvidar, Carlos!




Fuente de la imagen: elojodeltuerto.com