Capturo esta fotografía de las muchas que con ocasión de la exposición "La cárcel de Larrinaga. La memoria cautiva" se publicaron en diferentes medios para informar de esta muestra, inaugurada a principios de 2015 y comisariada por el durangués Jimi Jimenez, cualificado y muy experto técnico de la meritoria Sociedad de Ciencias Aranzadi (exhumadora e identificadora de los fallecidos en Valdenoceda), con la colaboración de la Diputación de Vizcaya. Desde finales de la década de los 60 del XIX, Larrinaga sirvió de matadero y se convirtió durante un siglo para decenas y cientos de hombres y mujeres librepensantes en cementerio de disidentes de las guerras carlistas, de la Restauración, el desarrollismo industrial vasco, las últimas contiendas coloniales, la primera guerra mundial, las cruentas escaramuzas africanas primorriveristas con inspiración alfonsina y de la perpetua, casi eterna e inacabable represión franquista hasta 1968.
Y una de las fotos es ésta. Parece que refleja la celebración de un "festival" taurino celebrado con humor y con cierta dosis de comicidad irónica por los presos antifranquistas en plenos años de plomo franquista. Ampliando y con evidente dificultad, leemos que tenemos asiento de preferencia en improvisada plaza de toros para el debut del famoso matador "xxxxxx el claveles". ¿? No soy capaz de adivinar más. Y no puedo saber el año ni las identidades, pero por las trazas de la vestimenta del obligado grupo coral, compuesto por unos 150 contemplativos involuntarios, podemos deducir que la imagen ha sido tomada a mediados o finales de los años 40. En ella no consigo divisar guardianes o personal de dirección. Es igual. Sé que están ahí. Contemplando, aguardando. Pero lo que más me inquieta es el supuesto, imaginado por mí aire de ocultación, la carga de clandestinidad que parece tener la instantánea, que casi sugiere haber sido tomada de manera subrepticia. ¿Quién lo haría? ¿Cuándo y por qué? A buen seguro, Aranzadi y Jimi Jiménez pueden contarnos algo más, pero hoy sólo puedo especular acerca de la ignorada identidad del voluntarioso matador de salón, más bien de patio de prisión, y de los tristes presos que presumimos se escamotean bajo una manta a rayas y una cornamenta improvisada, afinando el ajuste del requiebro hacia la cintura del improvisado diestro falsario, también como ellos preso antifranquista. Tristeza, pena, ira, indignación por esta charlotada de tarde de toros a lo Platanito, quizás uno de los pocos recursos emocionales de los presos republicanos para evadirse y sobrevivir al naufragio de su miserable e insumisa existencia. ¡Va por ustedes!
Fuente de la imagen: jonaurten.wordpress.com