Hablaba ayer de la reescritura espuria de la Historia. Y también de su liquidación y destrucción. ¿Qué hubiéramos hecho hoy los demócratas del XXI si 200 personas hubieran sido asesinadas a la vez ahí junto a nosotros, a nuestra misma vera? Monumentos, homenajes, glorietas con bosques de árboles postumos recordando a los ausentes, efémerides... Justificadamente, la sociedad y el Estado que la articula hubieran aprovechado cada instante para extraer lecciones éticas con las que educar a los coetáneos e informar a las generaciones futuras sobre las causas de tamaña mortandad. Como contraste ante esta reprobación actual de la violencia, esa misma sociedad, amedrentada y aterrorizada --no era para menos-- guardó silencio hace 70 años ante el asesinato de 200.000 de sus ciudadanos. Las cárceles físicas que crearon los asesinos secuestraron a tres veces esa cantidad de hombres y mujeres que eran y debieran haberse sentido libres. Y la cárcel espiritual, poblada de pesadillas, uniformes y mosquetones, exterminó los espíritus y anuló los derechos civiles, económicos y políticos de millones de oprimidos bajo la aplastante bota del fascismo al menos hasta 1978. Pero muchos de los hijos y nietos de los oprimidos perdieron por siempre la memoria de la muerte que habitó entre nosotros y fueron dulcificando el recuerdo de su Maldad. Fosas ignotas para ocultar tantos cadáveres, liberaciones condicionales paulatinas, autarquía mental, el imperio del silencio, el cierre de los campos primero y las cárceles después y su derribo y demolición consiguieron que una inconsciente, frívola e irrespetuosa Desmemoria campara por sus respetos.
Tal fue el caso en San Sebastián de la cárcel de Ondarreta. Abierta el 7 de febrero de 1890 y convertida en cárcel provincial, en su interior se mezclaron durante décadas presos comunes, políticos y sociales, pero fue sobre todo a partir de 1936 con la caída de Donosti cuando miles de personas fueron allí encarceladas por los franquistas. Ondarreta fue campo de exterminio sistematizado por los franquistas hasta su cierre en 1948 y posterior demolición y destrucción. Los reclusos que en esa fecha albergaba fueron trasladados a la cárcel de Martutene, recién inaugurada.
Hoy, en el lugar donde estuvo situada el penal, frente al club de tenis, junto a la rampa que baja a la playa, alfombrada la arena de antiguos escombros del sanguinario penal, sólo unos pocos recuerdan aún los nombres y el ejemplo de los que allí fueron torturados y asesinados. La Sociedad de Ciencias Aranzadi, el Ayuntamiento de San Sebastián, el Gobierno Vasco y el escritor Iñaki Egaña se afanan aún en refrescar memorias e impedir olvidos. Pero en las arenas de la playa, entre tanto bañista incómodo por tanta viejas piedras, ya nadie parece saber que un poco más arriba, allá donde nadie mira, estaba la cárcel de Ondarreta, lugar en el que fueron asesinados 600 presos republicanos vascos.
Tal fue el caso en San Sebastián de la cárcel de Ondarreta. Abierta el 7 de febrero de 1890 y convertida en cárcel provincial, en su interior se mezclaron durante décadas presos comunes, políticos y sociales, pero fue sobre todo a partir de 1936 con la caída de Donosti cuando miles de personas fueron allí encarceladas por los franquistas. Ondarreta fue campo de exterminio sistematizado por los franquistas hasta su cierre en 1948 y posterior demolición y destrucción. Los reclusos que en esa fecha albergaba fueron trasladados a la cárcel de Martutene, recién inaugurada.
Hoy, en el lugar donde estuvo situada el penal, frente al club de tenis, junto a la rampa que baja a la playa, alfombrada la arena de antiguos escombros del sanguinario penal, sólo unos pocos recuerdan aún los nombres y el ejemplo de los que allí fueron torturados y asesinados. La Sociedad de Ciencias Aranzadi, el Ayuntamiento de San Sebastián, el Gobierno Vasco y el escritor Iñaki Egaña se afanan aún en refrescar memorias e impedir olvidos. Pero en las arenas de la playa, entre tanto bañista incómodo por tanta viejas piedras, ya nadie parece saber que un poco más arriba, allá donde nadie mira, estaba la cárcel de Ondarreta, lugar en el que fueron asesinados 600 presos republicanos vascos.
Un grupo de presos sale de la cárcel de Ondarreta en 1942. Fuente: EL PAIS / kutxateka / fondo paco marí
¿Hay registros o documentación sobre la actividad en esta cárcel durante los años de la guerra? Mi abuela estuvo allí al principio de la guerra, y mi madre contaba que el día que la iban a fusilar cayó una bomba republicana que no explotó, dijeron que era un milagro y ese día no fusilaron a nadie. Al día siguiente, mi abuela y mi madre ya estaban en Francia.
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