"Cuando vistas a un muerto para su último viaje
a ese ser entrañable que tanto tú querías,
deposita en este hecho tus mejores esencias.
Después lleva su cuerpo a un sepulcro amoroso,
bendito pudridero que une tierra con tierra,
mientras el alma eterna, transmigro hacia el enigma......
Tú pudiste hacerlo por tu amor al que se iba
pero quedaron muchos. Su recuerdo quemaba.
Eran muertes ilícitas y había que ocultarlas.
Que nadie presentara un día estrechas cuentas
por los asesinatos de tantos idealistas
cuyos huesos se pudren en mil fosas comunes.
Si hay hielo en la memoria de tantos, que vivimos
nuestra guerra cainita, aquel naufragio hispano
con un millón de muertos, con miles de penados,
en cárceles abiertas a todos los vencidos,
fusilados, yacentes en tumbas ignoradas
de tantos cementerios,
Sentiremos muy dentro dolor en la conciencia
por haber olvidado.....
En verdad, no debemos traicionar los recuerdos
y tirarlos a un pozo, pues no son desperdicios,
rememoran las luchas, la vieja piel de toro
manchada con la sangre de tantos que cayeron
en todas las ciudades, trincheras y caminos....
Que doblen las campanas por tantos silenciados.
Que sus tristes tañidos expresen agonía
por forzosos exilios, por familias deshechas
envueltas en los llantos de tantos sometidos.
Que sus toques de ánimas repiquen como sombras
pasando entre las sombras de los viejos recuerdos...."
A la izquierda, Ernesto Sempere Villarrubia, junto con otro compañero no identificado del 94º Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores Penados, en la Plaza Alta de Algeciras (Cádiz). 1945
Ernesto Sempere Villarrubia nació en 1920, en el seno de una
familia republicana, progresista e intelectual, comprometida con la izquierda
moderada y el Frente Popular. En otoño de 1937 escapa de casa y con 16 años se
enrola en la 88 Brigada Mixta, de inspiración anarquista, participando en
combates de primera línea del frente en Cerro Sordo y La Chimorra (Pozoblanco,
Córdoba). Tras resultar herido y ser reclamado por su familia, regresa a
retaguardia para ingresar en el 36º Batallón de Obras y Fortificación, a cuyo
frente se encuentra su padre, Ernesto Sempere Beneyto. En este batallón de
ingenieros (que se convierte en unidad de combate desde otoño del 38) permanece
hasta el derrumbe de los frentes extremeño y andaluz en marzo de 1939. Capturado
y preso en el campo de concentración de La Granjuela, cerca de Valsequillo
(Córdoba), escapa del mismo en junio, para ser preso nuevamente en octubre de
1939. Tras ser sometido a un Procedimiento Sumarísimo de Urgencia (nº 7054), es
condenado a veinte años de reclusión el 22 de febrero de 1940, siendo
trasladado a la prisión de Valdenoceda en septiembre del mismo año. Fruto de su
rebeldía --negarse a comulgar en la semana santa de 1941-- se encuentra con una
nueva orden de traslado a la prisión de Las Palmas de Gran Canaria., que se
ejecuta en octubre de ese año. Permanece en las islas hasta el 21 de noviembre
de 1943, en el que sale en libertad condicional con la pena accesoria de
destierro. Al acudir a la península, se le notifica su carácter de supuesto prófugo
y es enrolado a la fuerza en un batallón de castigo para “prestar” el servicio
militar. Se le traslada al 94 Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores
(radicado en el Campo de Gibraltar), en el que permanece preso hasta mediados
de 1947. En diciembre de 1948 se le comunica la concesión del indulto de la
pena de reclusión, permaneciendo desterrado de su ciudad de residencia y con
obligación de presentación periódica a las autoridades hasta mediados de la
década de los 50. Durante los siguientes cincuenta años, Ernesto Sempere
aprendió a sobrevivir, se negó a olvidar y se obligó a perdonar. Fundamentó su
nueva vida en el amor a su mujer –Otilia— a sus ocho hijos, a sus ocho nueras,
a sus dieciséis nietos y a la creación artística. Murió el 13 de enero de 2005,
rodeado de todos los suyos. Sus poesías y sus canciones nos siguen
reconfortando.
Ernesto Sempere en Córdoba, año 2001. Esta entrada es en homenaje a su Memoria.
"Milonga del Fusilado" - Jorge Cafrune
ResponderEliminarNo me pregunten quién soy
ni si me habían conocido,
los sueños que había tenido
crecerán aunque no estoy.
Ya no vivo, pero voy
en lo que andaba buscando
y otros que siguen peleando
verán nacer otras rosas,
que en el nombre de esas cosas
todos me estarán nombrando.
No me recuerden la cara
que fue mi cara de guerra
mientras hubiera en mi tierra
necesidad de que odiara.
En el cielo que ya aclara
verán cómo era mi frente,
me oyó reír poca gente
y aunque mi risa ignorada
la hallarán en la alborada
del día que se presiente.
No me pregunten la edad,
tengo los años de todos,
yo elegí entre muchos modos
ser más viejo que mi edad
y los años de verdad
son los tiros que he tirado
nazco en cada fusilado
y aunque el cuerpo se me muera
tendré la edad verdadera
del niño que he liberado.
Mi tumba no anden buscando
porque no la encontrarán,
mis manos son las que van
en otras manos tirando,
mi voz la que va gritando,
mi sueño el que sigue entero
y sepan que sólo muero
si ustedes van aflojando,
porque el que murió peleando
vive en cada compañero.