Las unanimidades me espantan. Los bloques monolíticos, la muerte de la disidencia, la opinión obligada, la expresión domeñada por quien la guioniza a su gusto e interés. Hace 50 años, en España todo era un bosque de brazos alzados a la romana, ciegas adhesiones al líder, recuerdos al Ausente, vivas por aquí, mueras por allá, viva, viva, viva, muera. Hoy, el bosque no lo es de brazos alzados, sino de inteligencias caídas. Los vivas se han transmutado en perpetuos peros y las urgencias por encontrar a los nuestros se contrarrestan con las consabidas frases "estás cargado de rencor"; "cuándo piensas pasar página"; "ahora no toca"; "no hay presupuesto para estos disparates"; "con la que está cayendo y tú sigues hablando de viejos muertos" o la más lapidaria: "hace ya un siglo de aquello, el mundo ha cambiado, tú sigues anclado en el pasado y con deseo de venganza...".
Y sí, les doy la razón: me niego a pasar página e insisto en que ahora
sí nos toca; creo que si no hay presupuesto, debe detraerse del que
inmoralmente se destina a la Fundación Francisco Franco, al rescate
bancario o al autobombo mediático de los ministros fascistas peperos;
sostengo que se debe seguir investigando, excavando, identificando,
entregando y reivindicando; y no, no estoy, no estamos anclados en el
pasado; no, no nos anima el deseo de venganza; no, no queremos que los
que mandan ahora o los que claudican ante su prevalencia nos sigan prometiendo
verdad; a ellos no les solicitamos justicia; no buscamos de ellos
reparación, no: EXIGIMOS VERDAD, JUSTICIA Y REPARACIÓN, NOS NEGAMOS A
OLVIDAR Y NO QUEREMOS PERDONAR. Ante eramos legión. Ahora sólo somos
un@s poc@s. De nuestra capacidad para transmitir, convencer y conmover
depende que dejemos de ser solitarios disidentes, al modo del resistente
August Landmesser en su perturbadora foto frente a la unanimidad nazi
valerosamente quebrantada por su osado gesto.
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Un bosque de brazos se alza para saludar a los asesinos fascistas triunfantes durante una corrida de toros en junio de 1939. Foto. Martín Santos Yubero. Fuente: lamemoriaviva.blogspot.com
August Landmesser (en la foto, extraída del blog sentadoenlatrebede) era un alemán que infringió la ley nazi alemana al casarse en 1935 con una mujer judía y engendrar hijos no arios. En 1936, August se negó a saludar a Hitler durante su visita a un astillero de Hamburgo para asistir a la botadura de un buque. Su gesto de rebeldía fue inadvertidamente fotografiado por la propaganda nazi sin ser detectado hasta años después. En 1938 fue detenido por la Gestapo, acusado de violar el artículo 2 de La Ley para la Protección de la Sangre y el Honor Alemanes y condenado a dos años y medio de prisión en un campo de concentración, de donde salió ya iniciada la guerra en 1941 para ingresar forzadamente en el Batallón de Libertad Condicional nº 999, en el que fue liquidado y su cuerpo por siempre desaparecido en algún momento indeterminado. En el interín, su mujer judía Irma Eckler fue también presa, pasando del campo de Lichtenburg al de Ravensbrück, donde fue asesinada por los nazis en enero de 1942, junto con decenas de miles de otras mujeres judías.
A August Landmesser también le espantaban las unanimidades.