Como hace 75 años, algunos de estos tibios socialdemócratas se afanan en Madrid por avergonzar al Pueblo desconcertado ante tan pasmoso espectáculo y por repartirse aviesos navajazos entre corrientes supuestamente progresistas unas y liberales prosistema otras. Fueron estas últimas las efímeramente triunfantes en 1939 merced al golpe del felón Casado, gracias al guión escrito por socialistas con el respaldo de tirios armados y troyanos acratistas a costa de la vida y la libertad de negrines comunistas. Hoy, no sabría decir cuáles de los patéticos protagonistas de este episodio de opereta bufa entre Gómez y Sánchez son más guatemalos que guatepeores. Todos son filoliberales, promonárquicos y aprendices de plutócratas.
Pero a pesar de la vergüenza ajena que siento al verlos hoy, la misma que experimento cuando rememoro a los protagonistas de aquel traidor episodio a la causa trabajadora y resistente contra el fascismo en marzo de aquel maldito último año de la falsaria guerra, a pesar de ello, no dejo nunca de conmoverme cuando me sumerjo en la profundidad de los ojos del equivocado Julián Besteiro tras los muros de la cárcel de Carmona (Sevilla), rodeado unas veces de curas vascos antifranquistas; otras, desvalido con un solitario amigo en una triste silla de nea; y otras, sujetando un perrillo, quizás su último amigo antes de su fallecimiento por septicemia el 27 de septiembre de 1940. El dolor y la desolación enseñorean su mirada. Quizás el arrepentimiento. ¿Hubiera sido distinto su destino de muerte si se hubiera atrevido a oponer al enemigo franquista hasta la última gota de su sangre utilizando como munición su antigua visión revolucionaria y no su posibilismo derrotista y pactista? ¿Qué hubiera perdido, sabiendo que se enfrentaba a la pena de muerte o a la cadena perpetua? Imposible adivinar el resultado de un lejano ejercicio de política-ficción. Imposible saber qué hubiera pasado hoy, ayer, si el leve ideario de los lacios izquierdosos no se hubiera plegado ante el avasallador poder de la burguesa cocina de las encuestas al servicio de los frankensteinianos hijos del marketing sociata.
Besteiro, leyendo el manifiesto de rendición a Franco tras el golpe de Estado de socialistas y anarquistas contra Negrín.
Besteiro, canoso, de traje claro y sin corbata, en el centro de la fotografía entre sacerdotes vascos antifranquistas y junto a un funcionario uniformado en la cárcel de Carmona, Sevilla. 1940.
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Besteiro, sentado y con un perrillo en brazos, en la
cárcel de Carmona, Sevilla. 1940.
Besteiro, sentado junto a un compañero preso, en su última imagen conocida antes de su muerte en la
cárcel de Carmona, Sevilla. Septiembre 1940.