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domingo, 7 de octubre de 2012

Pequeñas "historias" que conforman la gran Historia


Son muchas las entradas del blog "Todos los Rostros" que he dedicado íntegramente al exilio de los republicanos españoles que hubieron de huir para salvar su vida y su libertad tras el triunfo de las genocidas huestes franquistas, nazis y fascistas apoyadas por mercenarios moros. "La Retirada", los campos de concentración franceses, la persecución y asesinato de cerca de 7.000 españoles por los nazis en centroeuropa y los miles de transterrados en los barcos del exilio o en las tierras francesas, inglesas o argelinas de temporal acogida han sido objeto de mi atención como autor de este triste y ajado cuaderno de bitácora, cada día más asolado de lectores. Mis letras han hablado de Pablo Neruda, Delia del Carril, Luis I. Rodríguez Taboada, Gilberto Bosques, Natalio Botana, Lázaro Cárdenas, Susana Gamboa, Fernando Gamboa, Narciso Bassols, Antonio Haro Oliva, Rodolfo Haro Oliva y tantos y tantos hombres y mujeres just@s procedentes de Chile, Argentina, Uruguay, México, Venezuela, Uruguay, Estados Unidos y otros muchos países que sirvieron de refugio, en principio provisional pero que acabaron convirtiéndose en país de acogida y, en muchos casos, en camposanto definitivo de descanso eterno. Lo mejor y más granado del elenco intelectual y artístico español formado en su mayor parte por las miembros de la Institución Libre de Enseñanza, la Residencia de Estudiantes, el Centro de Estudios Históricos, el Instituto Escuela o el Museo Pedagógico Nacional enriquecieron la vida cultural de las nuevas patrias. La gran mayoría de la intelectualidad integrante de las vanguardias culturales españolas y de las generaciones del 14 y del 27 se vieron obligadas a desterrarse para no sufrir la misma suerte de Federico García Lorca o de otros 200.000 españoles de todo origen y formación salvajemente asesinados por sus captores.
 
Miles de personas agolpadas frente al puesto fronterizo francés de Le Perthus, pretendiendo huir de las tropas franquistas a principios de 1939

Literatos y rapsodas como Rafael Alberti, Antonio Machado, Emilio Prados, Ramón Gómez de la Serna, Salvador de Madariaga, Luis Cernuda, Juan Ramón Jiménez, León Felipe, Luis Cernuda, José Bergamín, Pedro Garfias, Pedro Salinas, María Zambrano, Juan Larrea, Francisco Giner, Manuel Azaña, Max Aub, Ramón J. Sender, Arturo Barea, Manuel Andújar, Manuel Altolaguirre, Paulino Massip o Juan Gil-Albert, biólogos como Severo Ochoa o Enrique Rioja Lo Bianco, físicos como Arturo Duperier Vallesa o Blas Cabrera, químicos como Enrique Moles, matemáticos como Enrique González Jiménez, Ricardo Vinós Santos o Lorenzo Alcaraz, astrónomos como Pedro Carrasco Garrorena o Marcelo Santaló, oceanógrafos como Odón de Buen, cineastas como Luis Buñuel, artistas como Gausachs, Óscar Domínguez o Pablo Ruiz Picasso, historiadores como Claudio Sánchez Albornoz, filólogos como Tomás Navarro Tomás, pedagogos como José Castillejo o Lorenzo Luzuriaga, filósofos como Juan David García Bacca, ensayistas como Anselmo Carretero, políticos como Santiago Carrillo, Dorores Ibárruri, Diego Martinez Barrios, Juan Negrín, José Giral, Lluis Companys, Francisco Largo Caballero o Josep Tarradellas y militares españoles más tarde generales del ejército soviético antinazi como Enrique Lister, Juan Modesto y Antonio Cordón, fueron sólo algunas de las quizás más conocidas figuras de la diáspora española.

Con el paso inexorable de los años y la tan implacable desmemoria, el masivo éxodo y la dispersión de cientos de miles de huidos por todo el planeta quizás pudo hacer creer a quienes nos contemplaban desde la distancia que desde 1936 todo una nación de cobardes se había sometido sin lucha a la bota de la milicia, mientras todo un ejército de ovejas miedosas y pusilánimes habían puesto pies en polvorosa buscando mejores pastos en los que ramonear.


Pero no fue así. L@s ciudadan@s libres y conscientes de su nueva libertad presentaron cruenta batalla contra los que pretendían arrebatársela. Con poco más que palos, piedras y viejas escopetas de caza, los jornaleros del campo y los obreros de las ciudades convertidos en milicias ¡¡hicieron frente durante tres años a un ejército profesional fuertemente armado de más de medio millón de hombres, reforzado por 50.000 nazis alemanes enviados por Hitler integrantes de la expedicionaria Legión Cóndor, 90.000 fascistas italianos de Mussolini y 150.000 mercenarios marroquíes!! Organizados más tarde en voluntarioso Ejército Popular, sólo la infatigable voluntad y el valor de los republicanos izquierdistas impidieron que los franquistas traspasaran el cerco de trincheras que rodeaba Madrid y que dejaba pequeños a los más afamados combates de muchos frentes de la primera gran Guerra Mundial. Poco a poco, los traidores sublevados fueron haciéndose a golpe de obús y fusil con ciudades y comarcas y sólo encontraron una forma de impedir que el amor a la Libertad provocara la inestabilidad en la retaguardia: fusilando a decenas de miles de resistentes. 1000 días de guerra asesina acabaron con las hostilidades, pero no con la voluntad ni con el espíritu de los vencidos, tanto de los 500.000 prisioneros del interior como de los 550.000 exiliados al exterior.

Y allí, tras "La Retirada" en el sur de Francia, en el norte de África, en Gibraltar, se dieron cita los huidos unos para regresar --al menos 300.000, de los cuales varias decenas de miles fueron asesinados a su regreso--, otros para organizar su éxodo a América y otros para mantener la resistencia contra el fascista español y contra el presentido nazi alemán del que ya se barruntaba su entraba en Francia.

Los huidos a América en los conocidos como "Barcos del Exilio" fueron excelsos poetas y literatos, modernos y dinámicos periodistas, eminentes científicos y técnicos, muy especializados obreros, altamente cualificados profesionales, editores, industriales, agricultores, ganaderos, pequeños y medianos comerciantes, empresarios de la madera, la minería, el mueble, la pesca y la conserva, profesores, etc., etc., y realizaron un valioso aporte y un enorme enriquecimiento --nunca bien evaluado, jamás correctamente ponderado-- en el desarrollo y la potenciación de la cultura, la ciencia, la industria, el agro, la empresa y el comercio local de los países de acogida. En Chile, por ejemplo, los conocidos José Balmes, Roser Bru, José Ricardo Morales, Leopoldo Castedo, el caricaturista Antonio Romera,  Leopoldo Castedo, el tipógrafo Mauricio Amster, los hermanos Juan, Manuel y Francisco Vallejo, el afamado dramaturgo Luis Fernández Turbica, etc., etc. Hoy, 70 años después muchos han sido olvidados.

Guerrilleros españoles de la 10ª Brigada de la Resistencia francesa, Pau, 1944

Los que se quedaron para combatir al fascismo y al nazismo dieron batalla durante más de veinte años. Hasta  35.000 de ellos engrosaron las filas de la Resistencia francesa, dándose el caso de que en determinadas regiones y agrupaciones del país vecino eran más numerosos los integrantes españoles de la resistencia antinazi que los propios franceses. Muchos, 7.000, dieron con sus huesos para siempre en los infames campos de exterminio de Mauthausen, Buchenwald, Dachau,.... Otros muchos se alistaron en masa en el ejército de liberación francés a las órdenes de De Gaulle y Leclerc dando ejemplo insuperable de valor y combatividad en el norte de África, en Normandía y en toda la campaña europea hasta el fin del nazismo. Buena prueba de ello lo constituyó una de las unidades de españoles enrolados entre los Aliados, la NUEVE compañía de la 2ª División Blindada de la Francia Libre de la División de Leclerc, formada inicialmente por 2.000 socialistas, anarquistas, miembros del POUM catalán, apolíticos hostiles a Franco y comunistas españoles. Sus blindados (el "Ebro", el "Guernica", el "Madrid", el "Brunete") llevaban la bandera republicana española pintada en su blindaje y fueron españoles los primeros soldados en hacer su entrada en París cuando aún estaba en poder de los nazis, combatiendo y terminando con la resistencia de los últimos alemanes y el soldado español Antonio Gutiérrez haciendo preso al general Dietrich von Choltitz, comandante nazi de París. Mientras esperaban la capitulación final, los españoles tomaron al asalto la Cámara de los Diputados, el Hôtel Majestic y la Plaza de la Concordia y al día siguiente, el 26 de agosto de 1944, las tropas españolas desfilaron frente a la Catedral de Notre Dame y escoltaron al general Charles de Gaulle por los Campos Elíseos llevando en sus estandartes los colores de la segunda República Española.

La dotación española del blindado "Guadalajara" junto con otros integrantes de la "Nueve" de Leclerc en París, 1944

Los soldados republicanos del blindado "Gernica" de la "Nueve" compañía española de Leclerc desfilan triunfalmente por los Campos Elíseos tras haber liberado París

Pero no fueron los únicos. Soldados españoles republicanos exiliados resistieron valerosamente en Bir-Hakeim (Libia), ocuparon Narvik (Noruega) o fueron quienes conquistaron y entraron a sangre y fuego en el famoso Nido del Águila de Hitler en la villa de Berchtesgaden (Alpes de Baviera, Alemania). Podríamos hablar y no parar de interminables batallas, medallas al valor, distinciones y actos de loco heroísmo, como el protagonizado por el soldado español Emilio Vilaró Ustrell al enarbolar desafiantemente y en pleno tiroteo la bandera tricolor republicana desde el balcón de la embajada española en Berlín mientras sus camaradas soviéticos tomaban el búnker de Hitler. O la suicida y quijotesca invasión por el Pirineo del Valle de Arán de 4.000 guerrilleros españoles dispuestos a reconquistar España tras haber expulsado a Hitler de Francia, destinada al fracaso al enfrentarse contra 50.000 bien pertrechados soldados regulares franquistas mandados por el general Moscardó (ver http://es.wikipedia.org/wiki/Invasi%C3%B3n_del_Valle_de_Ar%C3%A1n ). O la loca, numantina, demencial y casi romántica resistencia de varios miles de resistentes maquis antifranquistas durante 26 años, hasta la liquidación del último de ellos en 1965 (ver http://es.wikipedia.org/wiki/Maquis_%28guerrilla_antifranquista%29 )
 
Partisanos españoles republicanos antinazis integrados en el ejército soviético

Enrique Lister, Antonio Cordón y Juan Modesto, generales del ejército soviético antinazi durante la II Guerra Mundial
Los soldados republicanos de la Nueve fueron quienes conquistaron y acceder al Nido del Águila de Hitler en la villa de Berchtesgaden, en 1945. En la imagen,  a la derecha y sobre un muro peuede verse extendida la bandera tricolor republicana española 

Todavía en algunas poblaciones pueden verse pinturas murales en homenaje a los maquis españoles, Este es de la población de Sallent

Pero antes de terminar con este capítulo de hazañas, la pequeña historia de los microrrelatos individuales y la gran Historia de los sucesos memorables nos obliga a recordar que el exilio español, el éxodo hispano, la huida masiva de decenas de miles de españoles y españolas transterrados, en torno a casi 200.000, se compuso de cientos de miles de pequeñas vivencias, acaecidas a personas hoy anónimas, desconocidas para todos, perdidas en la inmensidad del eterno olvido, dispersadas por los vientos del Destino, diseminadas entre campos y ciudades de los cinco continentes, allá en los lugares en los que esos españoles y españolas de los que ya nada sabemos tuvieron que empezar desde la nada, para comenzar a reconstruir un universo particular y personal, que tenía como génesis un escenario de guerra, muerte, tortura, pérdida, pavor y miedo.

Uno de estos héroes anónimos protagonistas de mil pequeñas microhistorias fue Florencio Castelló Sánchez. Había nacido en Sevilla en el año 1905. Era un actor español, muy conocido en la farándula sevillana y madrileña pues en sus obras e intermedios interpretaba notables papeles de secundario, alternándolos en ocasiones con coplas y cantes andaluces para los que estaba apreciablemente bien dotado. Ya antes de la guerra podemos encontrarlo actuando durante muchos años en el Teatro del Duque de Sevilla. Podemos hallar en la prensa de la época diversas referencias a su presencia en los escenarios. Pero como tantos otros artistas que conocían el sentir de los sublevados contra la gente del arte, Florencio Castelló determinó salir de España en 1936 huyendo de lo que hoy se conoce como guerra civil, es decir, huyendo del mayor atentado criminal y terrorista de la historia de Europa. Ese mismo año llegó a Argentina junto con una compañía de teatro Lírico en la que interpretaba obras andaluzas y mientras duró la contienda realizó una gira por toda Latinoamérica hasta que el 5 de agosto de 1939 llegó a México, procedente de Guatemala, entrando en el país por Tuxtla Chico, en el estado de Chiapas. En el Registro Nacional de Extranjeros en México del Archivo General de la Nación --consultable desde el portal español PARES-- podemos encontrar su ficha personal:
http://pares.mcu.es/MovimientosMigratorios/detalle.form?nid=14502
Recorte de un "ABC" del 1 de enero de 1936, en el que aparece la figura de Florencio Castelló como actor y cantaor de mucho estilo



Ficha de Florencio Castelló Sánchez en el Registro Nacional de Extranjeros en México del Archivo General de la Nación

Una vez en México, Florencio Castelló comenzó a demostrar sus dotes artísticas, por lo que rápidamente fue invitado a participar en obras de teatro y sobre todo en largometrajes cinematográficos, actuando en lo que posteriormente se conoció como la "Edad de Oro del Cine Mexicano". Allí compartió cartel y protagonismo con grandes actores como Pedro Infante, Mario Moreno Cantinflas, la española Lola Flores, etc., etc. Llegó a participar en más de 100 películas, especializándose fundamentalmente en papeles de español con acento andaluz, aunque también interpretó todo tipo de papeles, como los que desempeñó en "El ángel exterminador" (1962), de Buñuel; "Ahí viene Martín Corona" (1951), de Miguel Zacarías, con Pedro Infante y Sara Montiel; "Ni sangre ni arena" (1941), de Alejandro Galindo, con Cantinflas; "Limosna de amores" (1955), de Miguel Morayta, con Lola Flores; o "Gitana tenías que ser" (1953), de Rafael Baledón, con Carmen Sevilla y Estrellita Castro. Y muchas otras películas del ciclo andaluz de México, como "La gitana y el charro" (1965), "Chachita la de Triana" (1947), "Los siete niños de Ecija" (1947), "La morena de mi copla" (1946) o "El verdugo de Sevilla" (1942). Años más tarde, y con el desarrollo del boom televisivo, también fue muy conocido en su papel de Rudecindo Caldeiro y Escoviña, por sus apariciones en la versión televisiva de "Tres Patines".


Florencio Castelló Sánchez, actor español exiliado en México
 
Pero, ¿por qué el actor Florencio Castelló Sánchez forma parte hoy de la microhistoria de "Todos Los Rostros"? Porque este miembro involuntario de la diáspora española de postguerra fue quizás el andaluz más conocido durante 20 años en los hogares españoles y en muchos de los hispanoamericanos. Sin ver su cara, sin apreciar sus expresiones, sin reconocer sus facciones, el soniquete, el timbre, el acento, los dichos y los refranes de Florencio se metieron en nuestras casas para no salir nunca más de ellas. Porque Florencio Castelló Sánchez, actor español exiliado en México, era el doblador del gato Jinks, el "malévolo" minimo andaluz, permanentemente malhumorado --como quizás correspondía a la imagen de un español desterrado-- y eterno perseguidor de dos ratoncitos, Pixie y Dixie, uno cubano y el otro mexicano, que sabían esquivar las malas artes del "joío gato andalú" durante los siete minutos que venían a durar los capítulos de los dibujos animados o cartones o historietas de Hanna-Barbera. Pero como el mismo Florencio nos recordaba, muchos aprendimos el más puro, digno, bello y gracioso andaluz occidental gracias a frases como "odio a muerte a ehto mardito roedore", “ay mare mia de mi arma”, “oigan roeore: cuando oh agarre oh voy a dar una sarta e’ palo’”...

En México, en España, en Centroamérica y posiblemente en Chile (parece ser que en Argentina no fue Florencio Castelló el doblador del gato Jinks) la miniserie de "Pixie y Dixie" tuvo un éxito arrollador, al que contribuyó más que decisivamente el "mu rezalao gato andalú". Y tanto fue su predicamento, que Florencio Castelló también prestó su voz para las versiones mexicanas, centroamericanas y españolas del doblaje de "Dumbo", en el que aportaba la voz del andaluz Cuervo Jim; el sevillano Buitre Despeinao de "El Libro de la selva"; o el torpe sabueso Napoleón de "Los Aristogatos". En la página http://www.doblajedisney.com/f_actores.php?buscar=Florencio+Castell%C3%B3&idioma=mx podemos encontrar una muestra de la genial voz, es decir, de la participación del español exiliado Florencio Castelló Sánchez en la pequeña microhistoria del conflicto civil más sangriento de todo el siglo XX. Sólo tenemos que pulsar en los iconos de altavoz para volver a oír el timbre y los acentos de Florencio Castelló y aquellos que como él dieron forma o fueron víctimas de la imparable ola del destino.

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El gato andalú Jinks, sempiternamente interpretado por la voz magistral de Florencio Castelló




Florencio Castelló
Florencio Castelló en la producción mexicana "El albañil" (José Estrada, 1974)

Florencio Castelló Sánchez murió el 23 de agosto de 1986 en México distrito federal. Su voz y su figura aún está a la espera de recibir homenaje en su Sevilla natal, si bien el hecho de que permaneciera en México hasta el último de sus días una vez ya fallecido el dictador asesino Franco me hace pensar que pudiera sentir y haber sentido por México lo mismo que sintió José Balmes, el intelectual español afincado en Chile, que se expresaba de esta guisa hablando de nueva patria y de su amigo Neruda: “Nunca jamás, ni siquiera al final de mi vida voy a hacer lo suficiente por agradecer el hecho de estar en este país y de ser ciudadano chileno, gracias justamente a Pablo Neruda. Como alguien dijo alguna vez ‘las deudas de amor no se terminan de pagar nunca’ y esta es una gran deuda que yo tengo con él todavía”.
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A Miryam, por su inagotable paciencia, tantas veces puesta a prueba. A Patricia del Villar, antigua española de tercera generación amiga hoy de valles frondosos y cerros resecos de Chile: que esta lectura sobre los hechos de tus mayores te ayude a mantener tu vigilia y a permanecer insomne frente a tanta injusticia y tanto olvido. Y a Lorena González Rodríguez, íntegra mujer chilena, numantina ella.

domingo, 23 de septiembre de 2012

24 de septiembre, día de La Merced: Nuestros presos, en vergonzante almoneda



Buscar en internet fotografías de grupos de presos republicanos en cárceles franquistas es labor ímproba y encontrarlas es tarea propia casi de héroes o semidioses. La contumacia y el empecinamiento en la pesquisa ayudan, pues no es un imposible. Pero la insistencia a veces proporciona frutos que son imprevistos y no demasiado agradables.

Así, rebuscando en el "pajar" de la Red nos encontramos con "agujas" de la guisa que más abajo recojo: fotografías de represaliados republicanos que se ofrecen en pública almoneda; imágenes de presos antifranquistas a precio de saldo; instantáneas de prisioneros leales a la vencida República Española, rebajadas en irresistibles ofertas.

Portales y sitios como www.ebay.es o www.todocoleccion.net suelen albergar entre sus páginas decenas de miles de artículos a la venta directa o en subasta y entre ellos podemos ver los dignos rostros de la derrota y la integridad. Hombres y mujeres honestos, involuntariamente posan tristes y abatidos y son fotografiados en un mudo y callado gesto de protesta casi intuido contra el asesino Franco, contra la cabeza visible de la plutocracia económica y social de la España de siempre, contra el responsable de miles de asesinatos --al menos 200.000-- y de la feroz dictadura de cuatro décadas.

70 años después, los beneficiarios herederos del traidor genocida y de sus sicarios siguen habitando en los mismos palacetes, consejos de administración y grandes fincas urbanas y rústicas que entonces. Y es ahora cuando muchos se dan cuenta de que los oligarcas siguen ahí y de que el traidor Franco no ha muerto y está bien vivo y coleando en los grandes despachos de la Moncloa, de calle Génova, de Bankia, de Fenosa, de Gas Natural, del Banco de Santander,... Y lo perciben en el asedio de los poseedores contra los desposeídos, en la demolición de las conquistas sociales de los últimos 35 años, en el ataque frontal de la oligarquía contra la ciudadanía y contra los agentes políticos y sindicales que la representan, en la ofensiva final de los opresores contra los oprimidos...

Hoy, 24 de septiembre, día de la Virgen de la Merced patrona de los presos y principal advocación de la nefasta celebración que en esta jornada era utilizada por los franquistas y por su Iglesia Católica Nacionalsindicalista para exponer a público escarnio a los convictos y a sus familias, hoy podemos volver a ver el semblante de la opresión y la vergüenza en las facciones de los seis millones de parados y despedidos, en las caras de los ocho millones de seres humanos que viven en España por debajo del umbral de pobreza, en los rasgos de millones de personas que sufren amedrentadas al saber en peligro sus precarios empleos y sus frágiles derechos. De nosotros depende encontrar la salida al doloroso atolladero en el que nos encontramos atrapados por nuestra cómplice inacción.

Republicanos obligados a hacer el saludo fascista tras ser hechos prisioneros por los franquistas durante la batalla de Teruel. 24 de enero de 1938.


Bailes regionales para los presos en la cárcel de Castellón.


Banda de cornetas y tambores formada por presos de la cárcel de Castellón.


Orquesta formada por los presos de la cárcel de Castellón.


Competiciones deportivas de los presos de la cárcel de Castellón.


Familiares de los presos de la cárcel de Castellón.


Competiciones deportivas de los presos de la cárcel de Castellón.


Familiares de los presos de la cárcel de Castellón.


Presos formados en el patio de la cárcel de Castellón.


 Grupo de Teatro de los presos de la cárcel de Castellón durante una representación.


 Presos de la cárcel de Castellón mostrando una maqueta de la que parece ser un dirigible.


 Presos de la cárcel de Castellón mostrando una maqueta de la que parece ser un dirigible.


Presos republicanos integrantes de un Batallon Disciplinario de Prisioneros en Villaverde Bajo (Madrid)

Campo de Concentración en Prats de Mollo (Francia) 9 de febrero de 1939


Embarque de brigadistas internacionales en el vapor "Ciudad de Barcelona" con destino a Orán, según los acuerdos que obligaban a su evacuación antes del 20 de febrero de 1939.


Republicanos presos, entre ellos varios miembros de las Brigadas Internacionales, asisten a una ceremonia religiosa en la capilla de una prisión de Salamanca. Junio de 1937.


 Republicanos asesinados tras el avance de los franquistas. Frente de Cataluña. Diciembre de 1938.


Familia de refugiados republicanos esperando a cruzar el puesto fronterizo francés de Le Perthus, 12 de febrero de 1939.
 Republicanos prisioneros en algún lugar del norte, en fecha indeterminada.


Construcción del Canal del Viar, afluente del Guadalquivir, por presos republicanos forzados miembros de Batallones Disciplinarios de Prisioneros radicados en La Algaba y Guillena. El canal permitía el regadío a las tierras de la margen derecha del Guadalquivir y aunque comenzado durante los años de la II República, fue continuado y finalizado por esclavos republicanos durante los años 40 y 50 hasta su inaguración en 1953.


Construcción del Canal del Viar, afluente del Guadalquivir, por presos republicanos forzados miembros de Batallones Disciplinarios de Prisioneros radicados en La Algaba y Guillena.


Prisionero republicano interrogado por regulares y mercenarios moros del ejército franquista.

En alguna otra entrada de este blog "Todos los Rostros" pueden verse también más fotografías procedentes de todocolección.net. Vease para ello
la titulada "La represión en las Islas Baleares" http://todoslosrostros.blogspot.com.es/2008/06/la-represin-en-las-islas-baleares.html. Ante esta situación de desmantelamiento de la Memoria Gráfica de los represaliados, ¿no sería obligado que algún organismo público afín en las comunidades aún gobernadas por la socialdemocracia se hiciera cargo de la adquisición y conservación de estas terribles ilustraciones?

sábado, 26 de mayo de 2012

Los represaliados de San Juan de Mozarrifar (Zaragoza) resurgen del olvido

Sus desdibujadas siluetas emergen de la oscuridad. Se alzan entre las espesas brumas del olvido y desde los deslavazados jirones de tiempo demandan nuestra atención y nos exigen que recobremos su memoria, la nuestra y la suya; que rescatemos sus nombres, ahora anónimos, de los inclementes torbellinos que engulleron sus recuerdos; que restauremos el lugar que sus malhadadas vidas aún deben seguir ocupando en nuestro presente y en nuestra propia historia; que señalemos, marquemos e identifiquemos a los ejecutores que los arrastraron al cadalso y los sumergieron en la honda negrura del vacío y que caractericemos a los herederos y beneficiarios de los que les dieron prisión y martirio, asesinando su cuerpo y aniquilando su espíritu. 

Están ahí. Sólo hay que buscarlos. Nos llaman. Son los cientos de miles de hombres y mujeres que padecieron prisión y muerte en cientos de lugares de encierro, terror, tortura y eliminación diseminados por todo el relieve de la vieja España. Como tantas otras localidades, San Juan de Mozarrifar, pequeña población cercana a Zaragoza, tampoco estuvo al margen de las implacables corrientes de la todopoderosa intrahistoria fascista. En las naves de su antigua papelera convertida en campo de concentración y más tarde en prisión, miles de republicanos vieron naufragar sus vidas entre el dolor y el miedo. 80 años después todavía viven algunos de ellos, los últimos, y en sus sueños aún huyen del acecho y de la persecución eterna de los feroces adoradores de la muerte. Siguen rememorando los meses y años de zozobras, de padecimientos, penuria y sufrimiento gratuito. Pero entre nosotros sus recuerdos se han ido difuminando, sus terribles historias de represión han sido literalmente borradas por la inexorable marea de los indiferentes nuevos tiempos y sus ejemplos de vida política y de compromiso con la libertad ya no interesan a nadie.

Cierto es que historiadores comprometidos con la dignificación de los represaliados por el franquismo, como Julián Casanova, Javier Rodrigo o Ángel Viñas se han referido con frecuencia al campo y prisión de San Juan de Mozarrifar en sus numerosas publicaciones dedicadas al proceso de Recuperación de la Memoria Histórica. También en ponencias y comunicaciones presentadas a congresos y jornadas centrados específicamente en la represión suele aparecer el nombre de San Juan entre las cárceles y campos de concentración más duros del terrible régimen penitenciario franquista. Pero es la edición de la obra de Ramón F. Ortiz Abril titulada "El campo de concentración de San Juan de Mozarrrifar (Zaragoza)" [ISBN 978-84-613-1813-1 www.huelladigital.net] la que ha permitido rescatar del férreo abrazo de la desmemoria los nombres, apellidos y vicisitudes más humanas y personales de las desgraciadas vidas y muertes de los miles de hombres que por allí pasaron.

En 1936 era San Juan de Mozarrifar un pueblo tranquilo, laborioso e industrial, pero el fracasado golpe y la subsiguiente guerra lo cambio todo. El exitoso avance franquista de 1937 que ocasionó el derrumbe en todos los terrenos del Frente Norte y la derrota del Ejército Popular Republicano en la cornisa cantábrica provocó que más de 50.000 soldados republicanos fueran hechos prisioneros en pocas semanas por los franquistas triunfantes en Asturias, Santander y Pais Vasco. Tras su interrogatorio, clasificación y posterior depuración, los presos fueron hacinados en campos y prisiones improvisadas en las provincias de Burgos, Soria y Zaragoza.  Uno de ellos fue San Juan, a orillas del río Gállego, junto al Tejar de San Juan. Las naves de la antigua Papelera de las Navas habían estado ocupadas hasta entonces por un batallón del Cuerpo Expedicionario Italiano y por prisioneros integrantes del Batallón de Trabajadores nº 20, pero a partir de febrero de 1938 el ejército franquista procede a asegurar puertas y ventanas, electrifica el campo y levanta tapias, alambradas y garitas.

En el inicio de su actividad, miles de republicanos son encerrados en este campo de concentración divisionario bajo la vigilancia de soldados fascistas italianos para ser interrogados, clasificados según su grado de supuesta "culpabilidad" o vinculación con los leales a la República y posteriormente remitidos a otras prisiones y campos de sus lugares de origen, para allí ser juzgados, condenados y en muchos miles de casos, asesinados. Las nuevas derrotas del EPR en Teruel (febrero/abril 1938), Ebro (julio/noviembre 1938) y Cataluña (diciembre 1938/febrero 1939) provocaron nuevas oleadas de prisioneros a San Juan. El incesante trasiego no finalizó con la guerra. Miles de republicanos procedentes de los antiguos frentes vascos, catalanes y aragoneses, de las antiguas retaguardias navarras y castellanas y de las nuevas conquistas en Madrid, Ciudad Real, Extremadura, Andalucía y Levante fueron deportados a San Juan y desde allí, posteriormente, trasladados a Aranda de Duero y Miranda de Ebro (Burgos), San Marcos (León) y tantos otros lugares. Pero antes de abandonar San Juan hacia sus nuevos destinos, los presos eran tratados muy duramente por sus carceleros. Muchos de ellos recibieron severas torturas, siendo atados de pies y manos a árboles y postes eléctricos a la intemperie a lo largo de varios jornadas. Otros fueron colgados de cuerdas durante días enteros. España era una inmensa prisión y las condiciones de San Juan eran similares a las del resto de los centros de detención e internamiento: torturas, malos tratos, suciedad, hambre, enfermedades sobrevenidas, parásitos, sacas, paseos y muerte. De San Juan de Mozarrifar se enseñoreó el espanto.

Convirtiose más tarde San Juan en un centro de cumplimiento de penas, el conocido hasta finales de 1943 --fecha de su cierre-- como Prisión Habilitada de San Juan de Mozarrifar y albergó también un Destacamento Penal y a un Lazareto de presos estables. Incluso acogió a presos comunes, algunos de los cuales golpeaban sañudamente a los políticos para ganarse el favor de sádicos y fríos carceleros. Entre los funcionarios más señalados, podemos encontrar, por ejemplo y entre muchos otros, a los directores Francisco Franco Blas y Teodoro Quirós Toledano, a los subdirectores y administradores Joaquín Garnica Grijalúa, Manuel Pinillos Cruels, Isaías Castellanos Sánchez, Juan Lafuente Gallego y a cientos de funcionarios y personal civil. Por acción, omisión u obediencia debida, estos funcionarios provocaron o consintieron que los presos fueran retenidos, maltratados cruelmente, torturados o sacados y asesinados.

En algún lugar de San Juan o de San Gregorio o de Zaragoza está la fosa ignota de los allí fallecidos. En su momento, era fácilmente identificable: muchas tumbas, filas de tumbas destacando sobre el terreno por la pequeña elevación del breve montículo de tierra, sin una cruz, con una pequeña plancha de madera y una minúscula chapa del tamaño de una moneda corriente, con un número inscrito en ella. Este era todo el rastro vital que dejaron en este mundo los republicanos muertos en San Juan de Mozarrifar.

Entre tal terror, como en tantas cárceles de hombres y mujeres, los presos dormían en finos petates tendidos en los suelos, todos juntos y prietos, en largas hileras sin fin, y como en el Pabellón 4º de San Juan, hombro con hombro, en una única lonja, con un único pasillo de 50 centímetros en el centro de dos grandes hacinamientos de 500 presos a cada lado. Algunos, muy pocos, consiguieron fugarse o desaparecieron cuando lo intentaban, reptando bajo una alberca por un estrecho túnel que comunicaba con la acequia que conducía al río Gállegos. Los escasos supervivientes recuerdan los cacheos indiscriminados, los recuentos en mitad de la noche, los gritos de los funcionarios reclamando por sus apellidos a los que iban a ser trasladados o paseados, el miedo, la incertidumbre.... 

Prisioneros republicanos llegando al campo de San Juan de Mozarrifar. Marzo de 1939.
Fuente: Delegación de Prensa y Propaganda 5º Cuerpo de Ejército - Zaragoza

Presos republicanos en Caspe, Zaragoza.
Fuente: Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares (Madrid)


Prisioneros republicanos en Zaragoza.
Fuente: Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares (Madrid)

 Penal de Belchite, Zaragoza. Fotografía publicada en "Guerra Civil en Aragón, 70 años después" de Ángela Cenarro Lagunas y Víctor Pardo Lancina, página 108

 Presos republicanos en Aragón.
Fuente: Delegación de Prensa y Propaganda 5º Cuerpo de Ejército - Zaragoza

Campo de concentración de San Juan de Mozarrifar. Foto Archivo oficial belga Soma-Ceges

Grupo de teatro de la prisión de San Juan de Mozarrifar. 22 de agosto de 1942. En la fila de arriba, tercero por la derecha y señalado con una flecha blanca, el preso Miguel García Muñoz, natural de Barcelona

El terror de San Juan de Mozarrifar se ha perdido en el tiempo. Las arenas del olvido se adueñaron de las memorias de quienes tenían el deber de recordar. Hoy, sólo unos pocos como Ramón F. Ortiz Abril se esfuerzan por impedir la prescripción del vergonzoso pasado. La premeditada amnesia y la indiferencia cómplices son sus mayores enemigos.

martes, 13 de marzo de 2012

Oyarbide, el héroe discreto

Quiso Dios, el Albur Natural o el Arquitecto Supremo, que fuera Valentín un hombre reposado, tranquilo y enemigo de alharacas. Había visto la luz en Tolosa, Guipúzcoa, allá por el año 1916, en el seno de una familia euskalduna y republicana, industriosa y trabajadora. Regularmente aplicado en algunas de las ciencias que dan forma al quadrivium (así al menos lo denominaba ocasionalmente su maestro) y avezado en letras, Heliodoro Valentín Oyarbide Brianzo era un mocito al que también le placía pelotear en frontones, jugar con sus hermanos y corretear tras los balones de los escogidos amigos que gustaba de frecuentar. Aita, riguroso y firme, incluso adusto, era --como todos los progenitores de aquella época-- un severo y circunspecto pater familias que llevaba a gala ejercer con moderación y sabiduría sobre el tierno adolescente la disciplina y la prudencia más pertinente y que fuera menester en aquella sociedad que vivía convulsa el fin de la dictadura primoriverista. 

Pero ello no fue óbice para que esa educación doméstica paterna cincelara el marbete de la solidaridad y la generosidad en la mente juvenil de Valentín. Guiado por didáctica y firme mano, Valentín fue aprehendiendo que en torno suyo había otros hombres y mujeres a los que la sociedad mantenía inermes y desamparados y a los que se debía solidaridad y consideración. Pero también sin aspavientos, el joven tolosano fue alternando con mesura familia, estudios y amigos, chiquiteando en los batzokis, deleitándose en los txokos, tomando parte junto con sus hermanos en algún auzolan y dejándose caer de cuando en cuando por la Casa del Pueblo socialista. Valentín fue así conformando un generoso carácter, recio pero sosegado y discreto, firme en sus convicciones, abierto al nacionalismo vasco y muy próximo a las sentimientos republicanos y de izquierdas que entonces embargaban los espíritus de tantos zagales hispanos.

Cuando los traidores armados vinieron del África y fracasaron en su intentona de 1936, Valentín se aprestó a defender la Tierra y el Ideal. Con orgullo y pavor, sus ancestros vieron cómo el joven se alistaba junto con otros tantos miles como él en el Euzko Gudarostea, el ejército vasco comandado por Jose Antonio Aguirre. El nuevo gudari participó en la defensa del frente de Euzkadi, cuando allá por el final del invierno de 1936 y el principio de la primavera de 1937, las tierras vascas comenzaron a sufrír los embates de los franquistas, bien amunicionados, pertrechados y dirigidos por fuerzas de la Legión Cóndor, de la aviación del Cuerpo Expedicionario italiano y por divisiones de carlistas navarros. Y fue en el curso de una acción de guerra que Valentín cayó preso del enemigo.

Desplazado a la retaguardia de los sublevados, el joven Valentín fue concentrado en un campo de prisioneros republicanos. Debido a su carencia de militancia y filiación política, Valentín pudo librarse de ser clasificado como "desafecto", recibiendo de sus captores el marchamo de "indiferente". Solía ser aprovechada tal circunstancia por los oficiales falangistas reclutadores del campo para coaccionar a los presos extorsionándoles con la alternativa de elegir entre pasar a prisión o enrolarse en una unidad de Falange Española. Y así fue, también en este caso. Ante este dilema, Valentín no lo dudó. Vistiendo camisa azul mahón falangista, Oyarbide fue prontamente remitido al frente a luchar contra sus paisanos y contra aquellos que veían el mundo desde la particular óptica de los antifascistas. Entre disparos inofensivos a cual más destemplado y balas perdidas al monte, el tolosano fue fingiendo su impostura mientras fraguaba un plan de huida.

Carecemos de datos certeros que nos permitan situar la hazaña en algún lugar o fecha conocida, pero sabemos atinadamente que aprovechando la noche, Valentín y un compañero saltaron las trincheras, cruzaron la línea del frente y se adentraron en la más lóbrega de las obscuridades. Desnudándose, los evadidos vadearon un arroyo y dieron así el salto definitivo hacia las líneas republicanas. Tras las lógicas prevenciones de rigor, los leales les acogieron de buen talante y procuraron su acomodo, dándoles cobijo y encuadre en una de las brigada mixta del Ejército Popular Republicano.

Lejos de inhabilitarlo, la meritoria fuga de Valentín hacia zona republicana, su natural discreción y su sólida formación en letras y aritmética le granjeó las simpatías de los mandos, que le recomendaron para la escuela de oficiales. Con los meses, Valentín, primero teniente y más tarde capitán, fue recorriendo cien frentes y tomando parte en cien batallas, hasta que la ofensiva franquista acabó con el espejismo republicano. Valentín se camufló como civil y procuró pasar inadvertido en L'Hospitalet de Llobregat, pero allí fue denunciado por una vecina neofranquista celosa de la necesaria notoriedad que se precisaba en aquellos difíciles días de supervivencia entre tanta fidelidad exhacerbada. Hecho preso en la Modelo de Barcelona, Valentín fue enviado a Tolosa, juzgado y condenado a cadena perpetua. Meses de prisión y de visiones de pesadilla fueron mermando el bondadoso talante y el buen conformar de Oyarbide. Presenció en aquellos terribles tiempos miles de torturas, malos tratos, noches en vela de condenados a muerte, sacas intempestivas de madrugada, palizas, muerte,... y hombres, hombres destruidos, hombres aniquilados, hombres devastados...

Recaló por fin Oyarbide en el Campo de concentración de Miranda de Ebro. Tres años estuvo allí preso, en aquella inmensa instalación malignamente diseñada para exterminar la voluntad y el espíritu humano. En aquel entonces, ya bien entrada la II Guerra Mundial, pero aún con las armas eufóricas de Hitler en plena orgía victoriosa, el campo era un auténtico revoltijo humano, con presos republicanos en cumplimiento firme de condena codeándose con prisioneros de decenas de nacionalidades diferentes. Judíos en frustrado tránsito hacia mejores puertos de embarque y desembarque, soldados franceses huidos del régimen colaboracionista de Vichy,  aviadores ingleses derribados al otro lado de los Pirineos y evadidos a España, exiliados políticos alemanes de izquierda fugados en riesgo de muerte y atrapados para su devolución por los franquistas filonazis, y resistentes, muchos resistentes, galos, belgas, holandeses, yugoeslavos, checos, húngaros y polacos. Muchos polacos.

Merced a su esmerada formación como escribiente, consiguió Valentín un destino más desahogado en la oficina postal del Campo, con el conocimiento y la anuencia previa de las células clandestinas de presos izquierdistas. Pero la preservación de la vida propia no era la finalidad última de este traslado. Arriesgando sus vidas, o cuando menos una pena mucho más severa, el tolosano y sus compañeros de destino se valieron de su puesto para interceptar la correspondencia que dirigía la Gestapo alemana a la dirección del campo mirandés, requiriendo la entrega urgente de presos judíos, franceses, polacos, alemanes y de otras nacionalidades. Pero, habilidosa y subrepticiamente, Valentín y sus amigos abrían la correspondencia y destruían la mayor parte de las requisitorias nazis, prendiéndolas en la estufa de la dependencia. Aquellos contra los que iban dirigidas las criminales órdenes de traslado, para los que en muchos casos hubieran significado una horrible muerte en stalags nazis, supieron agradecer de corazón este rasgo de rectitud e integridad que llevaban a gala los escribientes de la oficina postal del campo. Así, y sin pretenderlo, Oyárbide y sus compañeros vieron cómo eran frecuente y felizmente agasajados por los presos polacos a los que habían librado del exterminio, haciéndo éstos entrega a los oficinistas de grandes paquetes de comida que la Iglesia polaca hacia llegar a los prisioneros a través del Vaticano y de los servicios de la Cruz Roja Internacional.







Cuenta Valentín Oyarbide, hijo del protagonista de nuestra historia, Heliodoro Valentín, que una mañana cualquiera, quizás del año 1943, su padre fue reconocido por uno de los falangistas con los que había topado y de los que se había evadido en 1937. Inmediatamente, y tras aquellos tres años de un destino no tan ingrato, recibió la orden de traslado a un BDSTP (batallón disciplinario de soldados trabajadores penados) en Cerro Muriano, Córdoba. Permaneció Valentín en él casi otros tres años, cumpliendo de esta manera forzada su servicio militar y penando las represalias de que era víctima por su condición de rojo y adherido a la "rebelión", con una gran letra "P" cosida a un uniforme sin insignias ni emblemas.

Con los años, Valentín salió en libertad condicional y volvió a su tierra, debiendo presentarse cada mes para firmar en el juzgado y con imposibilidad de obtener el pasaporte. Huelga decir que prosiguió en su carácter circunspecto y discreto, introvertido y clásicamente moderado en sus expresiones, próximo en su ideario a las gentes del Partido Nacionalista Vasco. Algunos piensan que Valentín, como tantos otros de su generación, se atemperaron con los años, pero no fue así. Ellos vieron cómo un mundo utópico se derrumbaba ante la indiferencia de los pueblos y las naciones. Ellos vivieron en sus cuerpos y almas cómo eran vilipendiados, humillados y aniquilados, sin que nadie alzara la voz contra tamaña infamia. Es natural que, tras la muerte, la tortura y el secuestro, permanecieran en silencio, trabajando algunos de ellos en la sombra, durante los años de plomo de la Dictadura franquista, a la espera, casi eterna espera, de la muerte del asesino falsario.

Pero Oyarbide, a pesar de su timidez y introspección natural, y por mucho que su temperamento le llevara a recatarse y cuidarse, seguía siendo un ser humano. Cuando a finales de los años 60 aparecía el general Franco en la televisión, Valentín explotaba y gritaba "¡Asesino, cabrón!", ante el espanto de su esposa, que se apresuraba a cerrar las ventanas del piso y le susurraba aterrada "¡calla, que te van a oír!", respondiendo Valentín "¡que me oigan, yo estoy en mi casa y digo lo que quiero!". Esta escena, casi a modo de atemorizante vodevil de terror, se repitió durante los primeros años 70, hasta que un buen día, tras el primer ingreso hospitalario de Franco en 1974, al consabido grito de Valentín y alarma de su señora, alguien, un vecino, respondió a través del patio de luces, "¡Sí señor, asesino es lo que es!" y otra voz, en otro piso, en otro nivel, le replicó: "¡Asesino, asesino!".

Esa noche, Heliodoro Valentín Oyarbide Brianzo, padre de Valentín Oyarbide, pudo por fin conciliar el sueño, tras tantos años  de vigilias, pesadillas y delirios plagados de muerte, dolor y destrucción, a la espera de la pronta desaparición del Asesino. Y así fue.

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Post Scriptum: 
Heliodoro Valentín Oyarbide Brianzo, uno de los héroes del despacho postal de Miranda de Ebro, discreto y callado, de vida tan íntegra como su íntegro pensamiento, murió varios años después. Su hijo Valentín Oyárbide desea que este blog "TODOS LOS ROSTROS" contribuya a preservar su memoria. ¡Salud, Oyarbide! ¡Y República!